El coraje de luchar hasta lograr un sueño
Las metas y los sueños se pueden cumplir, y de eso sabe Hermisenda Perea Gonzales, una mujer perseverante y triunfadora, que con solo diez años trabajaba como doméstica en una casa y terminó siendo una reconocida líder nacional.
Fue en una acogedora casa, en el barrio Chilibre, durante la noche del 9 de enero de 1959 que nació Hermisenda, con la ayuda de su abuela Francisca Saavedra. Después de tres meses, su madre decidió irse para Jaqué, en la provincia de Darién, donde la niña vivió hasta los seis años. Luego, se mudaron a la capital, al antiguo Hollywood, en unas barracas pequeñas similares a una caja de fósforo, lo que hoy en día es Curundú.
Hermisenda y su familia vivían como sardinas en lata. Los padres decidieron trasladarse a un pueblo llamado Antón, en la provincia de Coclé, pensando que era un mejor lugar para la crianza de los niños.
A la edad de diez regresó a Panamá a trabajar como empleada doméstica, en San Francisco. Sus patrones le dieron la oportunidad de estudiar. Eso fue como un milagro jamás esperado. Ya contaba con doce años cuando retornó a la escuela. Ella era la mayor de doce hermanos y quien llevaba el sustento a su casa.
Trabajar y estudiar al mismo tiempo, y a esa corta edad, debió ser muy agotador. Se me eriza la piel solo de pensarlo. Emmy, como le dicen de cariño sus familiares cercanos y amigos, con tan solo una década ya tenía una mentalidad de guerrera. Es impresionante cómo cada lágrima, sudor y esfuerzo la ayudaron a persistir.
Realizó sus estudios en diferentes escuelas de la región de Panamá. Culminó el Bachillerato en Comercio con Especialización de Secretaría y Contabilidad. Pero seguía trabajando en casa de familia como mucama. Apenas terminó el bachillerato se dedicó a otras actividades, siempre muy independiente.
Laboró en una escuela de karate, en Obarrio. Ahí llevaba la asistencia, cobraba la membresía y las mensualidades. Después entró de voluntaria en la Dirección General para el Desarrollo de la Comunidad (Digedecom), institución gubernamental donde fue nombrada funcionaria, como coordinadora de la juventud, con un salario de doscientos cincuenta balboas por mes.
Aprovechó el tiempo y siguió aprendiendo, lo que potenció su liderazgo, su confianza y también su empatía para compartir con lo que menos tienen. Para ella la humildad es un don que Dios le dio.
Sin detenerse y con esas ganas de triunfar ingresó a la universidad, aunque no tenía dinero para comprar ni siquiera un libro. Estudiaba con fotocopias y copiaba a mano todo lo que los profesores decían. Allí laboró haciendo matrículas. También fue estilista en salones de belleza para sufragar los gastos universitarios.
Obtuvo el título de licenciada en Administración de Empresas en la Universidad de Panamá. Ambiciosa de superación, continuó un diplomado en Relaciones Internacionales y luego una maestría en Comercio Internacional, en la Universidad Latinoamericana de Comercio Exterior.
Maravillada por las experiencias, ingresó muy animada al Movimiento de la Juventud Panameña, donde ayudó a chicos, como ella, a salir adelante. Se convirtió en una líder en juntas locales, pero nunca olvidó sus raíces.
Después de tanto esfuerzo, lucha y perseverancia, uno de sus más grandes sueños se le hizo realidad: ser representante del corregimiento de Curundú. Ocupó el cargo en dos periodos consecutivos (1994-1999 y 1999-2004), y con esta experiencia logró ser diputada de la República entre 2004 y 2009.
Emmy, esa mujer guerrera que nunca renunció a sus sueños, tiene hoy 63 años. Sigue activa, laborando como subgerente de los Bingos Nacionales y es la suplente del representante del corregimiento de Curundú. Es un honor tenerla como tía y cada vez me doy cuenta de que es una gran persona.
Sigue siendo una dama de fe, tenaz y solidaria. A pesar de que hoy en día está muy bien económicamente, no ha perdido su sencillez, y cuando otras personas necesitan, no duda en socorrerlas. Es un modelo a seguir. Con su ejemplo he aprendido que en la vida siempre habrá obstáculos, pero depende de nuestra actitud poder enfrentarlos.
Emmy nos deja un mensaje de motivación y de seguir luchando por nuestros sueños. Como ella dice: «Siempre que te propongas una meta en tu vida, persevera hasta cumplirla”.