En un caluroso 11 de marzo de 1974 una mujer luchadora y maravillosa llegaba a este mundo. Era la décima de doce hermanos. Merlín Elvir tuvo una vida difícil, veía cada día a su madre luchar por 12 seres dependientes, 12 vidas, 12 bocas, 24 manos y 24 pies, mientras que su padre viajaba a lugares lejanos en un tráiler, por trabajo.

Mi mamá sufriría las consecuencias multiplicadas por 12, ya que un día su padre llegó a la casa con intenciones de abandonar a la familia. Esa madre (mi abuela) desesperada quebró una botella de vidrio para que su esposo no se fuera, pero esta reacción provocó una fuerte discusión y al final su marido se marchó. La mujer sufrió mucho, pero salió adelante. Fue cuando se convirtió en vendedora de golosinas.

Con mucho sacrificio Merlín pudo ir al colegio. Estudió la carrera de Secretariado Taquimecanógrafo y se graduó cuatro años después. A pesar de que su madre no podía leer ni escribir, sí quiso que sus dos hijas mayores tuvieran una carrera profesional. Ambas consiguieron graduarse.

Merlín se casó con el soñado príncipe azul del cual tuvo tres hijos (dos varones y una mujer). Al principio todo parecía ser color de rosa, la familia asistía a la iglesia, pero siempre había peleas entre la pareja hasta llegar al punto de agredirse.

Pensó que estas situaciones eran normales, al haber vivido algo parecido en su infancia. Hasta cuando su hija más pequeña se dio cuenta de la forma en la que su padre maltrataba a su madre. Se sintió tan mal que llegó a pensar que las peleas eran por su culpa y un día intentó suicidarse tomando un frasco completo de pastillas, que rápidamente la madre le arrebató.

Merlín decidió buscar ayuda y fue allí donde conoció a la organización Alternativas y Oportunidades, una ONG sin fines de lucro, que ayuda y capacita a jóvenes y padres en riesgo social sobre los derechos de los niños y de la mujer.

La mujer empezó a identificar que era violencia lo vivido en casa de sus padres y lo padecido en su hogar. Ya sabía cómo defenderse y no se quedaba callada; poco a poco fue descubriendo más a fondo sobre sus derechos.

Después realizó un diplomado en Seguridad Humana que le permitió profundizar más sobre los motivos de todas las formas de violencia y el trato que las víctimas merecen. A raíz de este conocimiento Merlín pensaba y actuaba diferente, exigía justicia y no permitía agresiones de nadie.

Un día tuvo una fuerte discusión con su esposo y por una frase ofensiva de este ella se le fue al cuello y lo empezó a asfixiar. Sus tres hijos estaban aterrados porque pensaban que iban a presenciar un asesinato. Los niños le gritaron a su madre que lo dejara, fue allí donde reaccionó y lo soltó.

Después de esto tomó la decisión de divorciarse. Para ella este proceso no fue fácil, pero al parecer era la única salida. Luego le pidió perdón a sus hijos por el infierno que les hizo vivir y hoy está feliz, vive tranquila con su familia, ya no hay más discusiones ni peleas.

La mujer sigue capacitándose y asiste a varios programas del Centro de Estudios de la Mujer Hondureña, es parte de la agenda de seguridad humana de las mujeres de los barrios y colonias del Distrito Central de su país. También está en la mesa de «Mujeres migrantes y desplazadas», que trabaja para que esas damas tengan un buen trato en la ruta migratoria. Además, conforma la Red de Mujeres Haciendo Historia de su comunidad e integra la Red de Mujeres Rurales Francisco Morazán.

Merlín Elvir dijo en una ocasión: «Doy gracias a Dios por todas las personas que han sido parte de mi proceso, por darme tanto conocimiento y las herramientas necesarias para poder ser la mujer que soy ahora; jamás pensé que yo podría cambiar».

Sí se puede salir de una relación abusiva. “Derecho no conocido es derecho perdido”, dice. El ejemplo de Merlín demuestra que aprovechamos el tiempo cuando nos capacitamos, porque formarse nos empodera y nos permite cambiar cualquier situación.

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