Una nueva oportunidad de vida
TEXTO CORREGIDO
Al pensar en mujeres inspiradoras de mi país, vienen a mi memoria aquellas valientes que nos han dejado un legado de valores, talentos y perseverancia, figuras como Amelia Denis de Icaza (poeta), María Ossa de Amador (diseñó la bandera panameña) o Rosa María Britton (médica y escritora), quienes han abierto el camino para el desarrollo integral de más y más féminas a lo largo de nuestra historia.
Podría dedicar esta crónica a alguna de estas mujeres talentosas, sin embargo, deseo escribir sobre una que ha sido un gran ejemplo para mí: mamá. Ella es una fuente de inspiración por su tenacidad, resiliencia y su fe inquebrantable, principios que la han convertido en alguien fuerte, decidida y con una gran sensibilidad frente a las adversidades.
Mi madre nació y creció en la ciudad de Panamá, su niñez estuvo fuertemente influenciada por sus padres y abuelos, quienes le inculcaron el respeto a las personas, amor al trabajo y alto sentido de la responsabilidad.
Con la obtención de un préstamo educativo, culminó sus estudios de licenciatura en Derecho y Ciencias Políticas, en la Universidad Católica Santa María La Antigua, alcanzando el promedio más alto de su promoción. Tras el divorcio de sus padres, experimentó algunas carencias económicas que la enseñaron a valorar más lo que obtenía.
Al poco tiempo de iniciar labores en una prestigiosa firma de abogados, mi madre fue diagnosticada con artritis reumatoide, una enfermedad autoinmune que afecta primordialmente las articulaciones. Desde entonces han pasado dieciocho años y continúa luchando de manera incansable.
Aunque las secuelas de la afección se hacen visibles en sus extremidades, ella no ha perdido su tenacidad y amor por la vida, pero, sobre todo, no ha perdido la fe; su lema de vida es: “No se trata de poder hacer, sino de querer hacer”. A pesar de su limitación física, mi madre logra, de manera sorprendente, realizar todas las tareas del hogar, además, conduce su auto, escribe y ejerce su profesión. Es admirable ver su capacidad de lograr todo lo que se propone.
Día tras día me siento sumamente orgullosa de ella, pues las adversidades no la han detenido. Una mañana, al verla coser la basta de uno de mis pantalones, le pregunté: «Mamá, ¿qué es lo más complicado que te ha tocado enfrentar con la enfermedad?». Ella sonrió y me respondió: “Hija, hoy puedo decir con certeza que he aprendido muchas cosas con esta enfermedad, desde escribir de nuevo hasta utilizar el teclado de una forma diferente e inclusive a coser con la mano izquierda; sin embargo, lo más difícil han sido los prejuicios sociales, ya que muchos subestiman el talento y aptitudes de una persona con discapacidad. Esto es lo que me impulsa cada día a demostrarme a mí misma y al resto del mundo que sí puedo».