El día llegó de una forma casual, con la cegadora luz del sol deseándole los buenos días. Llena de alegría y entusiasmo se dispuso a empezar la emprendedora Vanesa, una mujer de rizos definidos color azabache, mirada firme y penetrante, algo testaruda de carácter; siempre con la vista clavada en la victoria. Observadora e inquieta por naturaleza, le gustaba evaluar siempre una nueva oportunidad para emprender un negocio. Amante de las ventas y el contacto con los clientes. 

Un miércoles por la noche, del año 2008, su esposo, preocupado, con las manos en la cabeza le platica que hubo un recorte de personal en la empresa donde él laboraba. Vanesa, un tanto agobiada, pensó: «¿Qué haremos ahora?». Como si de una chispa de luz radiante se tratara, llegó la respuesta unas semanas después: la mujer propuso emprender una librería técnica, donde venderían todos los materiales para las carreras de Arquitectura e Ingeniería Civil, pues en su ciudad había una gran demanda por un negocio de esta índole.

Y, efectivamente, en noviembre de ese mismo año se inauguró el local. Era toda una novedad, muchos estudiantes del casco urbano llegaban a comprar. La pareja empezó con lo básico: lápices, rapidógrafos, cartones de presentación para maquetas y muebles a escala. Luego se volvieron distribuidores de mesas de dibujo con todo su equipo correspondiente. Ampliaron el servicio que le brindaban a sus clientes con juegos de planos y la elaboración de maquetas a escala y en duroport (material plástico). Como los locales con fotocopiadoras eran escasos por esa zona, más tarde adquirieron una fotocopiadora y con las ganancias de su negocio lograron tener tres fotocopiadoras en un mismo local.

El negocio no solo generaba ganancias y realización para Vanesa, también creó oportunidades de empleo para otras mujeres. Ella no solo tenía el rol de emprendedora, también el de madre; siempre encontraba el equilibrio entre el tiempo con su hijo y ser eficaz en el trabajo.

No existe nada que motive más a una madre luchadora que su propio hijo. Vanesa encontraba en su pedacito de querer de apenas dos años de edad  la motivación necesaria para levantarse todas las mañanas y cumplir con el negocio, la casa y su rol de madre. Por fuera lucía como alguien firme y estricto, por dentro era todo lo contrario, siempre llenaba a su pequeño de abrazos y besos en cada despertar, desde muy chico le enseñó a ser agradecido, honesto y solidario. Así creció su patojo entre vitrinas de colores, toque único de su librería. La mujer deseaba que su hijo fuera íntegro y feliz.

Vanesa representa a todas esas mujeres que salen cada día a rifarse la vida para llevar el sustento a sus hijos. Sí, hablo de esas damas que sacan adelante un negocio, en las plazas o mercados o desde sus propios hogares, combinando el hermoso privilegio de la maternidad con el emprendimiento.

Allí estaba Vanesa viéndose en el espejo diciendo: “Para todo hay un tiempo; tiempo para reír, llorar, bailar, cantar, ser feliz… menos para rendirse o tirar la toalla”. 

Gabi Hernández Tócamo nació el 15 de enero de 1990, en Río Marea, provincia de Darién. Es hija de Gabriel Hernández Rodríguez y Felicia Tócamo Degaiza. Actualmente tiene 32 años y su trabajo es la agricultura.

Cursó sus estudios primarios en Barriales, escuela Edamia Mendoza Madrigal, a partir de 1996. En el año 2002 inició la secundaria en el Colegio León Antonio Soto enfrentándose a un cambio drástico, ya que era una adolescente del campo, humilde y limitada en la tecnología, incluso en materias complicadas como Inglés e Informática.

A mediados de año sus clases se vieron interrumpidas debido a las circunstancias. Su padre enfrentaba una enfermedad muy difícil y su madre dejó su trabajo para atenderlo. Al no contar con recursos para pagarse los estudios, Gabi los abandonó.

Gabi y su hermana Eli tuvieron que trabajar muy duro, dedicándose a sembrar arroz, maíz, etc., para su subsistencia. Gabi, a sus trece años, también empezó a laborar cuidando a dos niños, por 40 dólares al mes; así ayudaba a su familia.

A sus quince años regresó a la ciudad a trabajar, también estudiaba en el Centro de Educación Laboral Nocturno Las Cumbres.

En 2009 culminó su Bachiller en Comercio con Énfasis en Servicios Turísticos. Un año después ingresó a la Universidad Especializada de las Américas, donde estudió la carrera Técnico en Guía Turística Bilingüe. En 2014 inició su Licenciatura en Gestión Turística, además realizó cursos de contabilidad y planilla en el INADEH.

Trabajó en el Hotel El Panamá, como ama de llaves; en el Holiday Inn, en el departamento de Alimentos y Bebidas; y con la empresa House Keeping, en la Caja del Seguro Social.

En 2018 toma la decisión de regresar a su pueblo a cuidar a sus progenitores. Desde entonces, Gabi se ha dedicado al campo, con un proyecto sobre café. Empezó con más de mil plantones gracias a la ayuda de sus padres. Su papá se encarga de la limpieza del café y ella de la siembra y cosecha. Este proyecto empezó en agosto del 2020.

Su deseo no es solo sembrar café, sino también tener más cultivos como maíz, arroz, otoe, entre otros; al igual que ayudar a fortalecer a los pequeños y medianos productores de la región de Barriales.

Una mujer que dejó un legado imborrable en el arte hondureño. Mayormente autodidacta, su obra era una bella representación de la naturaleza tropical. Antes de ejercer con el pincel se dedicaba al profesorado; descubrió su vocación por la pintura a partir de una grave enfermedad que la dejó en cama y llegó a convertirse en una maestra que expuso en países como Guatemala, España y Estados Unidos. Ella es Teresa Victoria Fortín Franco, mejor conocida como Teresita Fortín.

Nació en el pequeño pueblo de Yuscarán, en el oriente de Honduras, en una familia burguesa; era hija de Miguel Fortín y Rita Franco. Teresa quedó huérfana de madre siendo muy joven, y le tocó cuidar a sus hermanas y hermanos. Estudió en Tegucigalpa y se graduó de la carrera magisterial para ser docente. Poco después su padre fue exiliado a El Salvador por razones políticas y ella quedó como el pilar de su hogar.

En la década de los 20, a sus 35 años, Teresa fungía como maestra en Valle de Ángeles. Durante este tiempo sufrió un quebranto de salud que la obligó a guardar reposo por largos periodos, fue entonces cuando despertó sus destrezas artísticas. Empezó a dibujar al natural, luego hizo pinturas al óleo inspiradas en la naturaleza; finalmente, se dedicó al arte profesionalmente.

A principios de 1933 realizó una muestra de sus pinturas en la Biblioteca Nacional bajo el patrocinio del Ministerio de Educación. El evento resultó todo un éxito y las autoridades la apoyaron para recibir clases con el maestro Max Suceda. Teresa también fue alumna de Pablo Zelaya Sierra, conocido como el padre de la plástica hondureña.

Su carrera siguió en ascenso hasta convertirse en la primera artista en brillar en Honduras. Para el año 1934 Teresa Fortín fue nombrada como maestra de la Academia Nacional de Dibujo Claroscuro al Natural, fundada por el maestro Carlos Zúñiga Figueroa. Hacia finales de la década, realizó cinco exposiciones personales y envió muestras a ocho lugares. También participó, en 1942, en la restauración de Los evangelistas, obra pintada por José Miguel Gómez en las pechinas de la cúpula de la Catedral de Tegucigalpa; allí despertó su interés por el arte religioso, al que le dedicó buena parte de su vida. También cultivó el realismo, el impresionismo, el collage y el arte naíf.

En pleno siglo XX, época marcada por convencionalismos sociales, donde la mujer era marginada a labores tradicionales nos encontramos con este personaje que, a pesar de las dificultades, supo sobresalir y adaptarse a las circunstancias que se le presentaron. Su trabajo le valió numerosos premios y reconocimientos, como Lauro de Oro del Distrito Central, en 1978. Dos años después recibió la Hoja Liquidámbar en Plata y el Premio Nacional de Arte Pablo Zelaya Sierra.

Al hablar de su vida es evidente que Teresa es una mujer que inspira, sobre todo por su talentosa conexión con la pintura y la naturaleza y por perseverar frente a la adversidad. Así como Teresa me motiva, espero que pueda hacerlo con otras personas a través de este escrito, mi pequeño homenaje hacia ella.

Mi mamá se llama Ana Cecilia López, apodada Anita. Aunque nació en la ciudad de Panamá, tiene raíces asiáticas gracias a mi abuelo. Ha sido una mujer presente en nuestras vidas, pero sobre todo ha sido valiente.

Cursó la carrera de Medicina en Costa Rica. No creas que estudiar en el exterior fue su primera opción, ya que había ingresado antes en la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá, pero no logró adaptarse a las materias. Intentó luego con Arquitectura y, a pesar de que le fue bien, se retiró. Como es una mujer que no se rinde y que persevera, solicitó una beca para estudiar en el vecino país, y la aceptaron.

Lejos de nuestra tierra conoció a mi papá, Eduardo. Ellos salieron por cinco años y se casaron en 2001. Dos años después nació mi hermano, llamado como mi padre y a quien le decimos Eduardito. Siete años más tarde llegué al mundo yo, María Paula.

Mi mamá es osada ante todas las adversidades de la vida. Les cuento que yo no vivo con mi padre, pues él cometió un acto de infidelidad. A pesar de esta situación, ella vivió con él por casi diez años. Luego pasaron algunos hechos que hicieron de ella una mujer determinada, que decidió separarse de mi papá. Y traigo el tema a este escrito porque muchas mujeres no se atreven a hacer lo mismo por diferentes factores. Mi mamá se llenó de valor y pudo. Para mí, eso fue un logro.

Desde que mi padre se fue del hogar, mi vida no ha sido la más fácil. He tenido bajones y muchos problemas en general, pero ¿sabes quién siempre está ahí para apoyarme?, no es mi padre, sino mi mamá. Ella es alguien que nunca me dejaría colgando en el aire. Cada vez que me siento mal, está para darme ánimos. Es mi sostén.

A mi mamá nunca la llamaría madre. En mi concepto, madre es la que da la vida, mamá es la que cría. Mi mamá me crio y me ha hecho ser la persona que soy ahora.

Anita, como le dicen, por el momento está aprendiendo finanzas, aunque es médico pediatra desde hace quince años y le ha ido muy bien. Lo cierto es que detuvo un poco su carrera para cuidar a mi hermano mayor, ahora de diecinueve años, y a mí que tengo doce. Pero eso no impidió que ella se convirtiera en una gran profesional.

Agradezco a Ana Cecilia López por darme las herramientas para ser una persona civilizada y de buena fe. Mi mamá, teniendo obstáculos en su vida, ha logrado transmitir alegría y determinación por las metas cumplidas. Aunque no tenga la vida de ricos o de lujos, ella es feliz, y si ella lo es, yo aún más.

Nota del editor

La siguiente es una aproximación poética a la vida y obra de la antropóloga y poeta afrocostarricense Shirley Campbell, quien además es activista por los derechos humanos y de las mujeres negras. Es especialmente reconocida por su poema «Rotundamente negra», que se ha convertido en símbolo del movimiento afrodescendiente en la región.

A lo largo de la historia he estado silenciada, latente, humillada… Desde siempre lo he pensado: un color no nos hace tan diferentes. Algunas voces lo gritan, otras apenas susurran: sororidad, equidad, igualdad, solidaridad… En 1965 nací yo, Shirley Campbell, una inspiración con color y género, sin pretender reconocimiento, pero con mucho que decir. En la década de los noventa empecé a levantarme, no sería acallada, algunos me temerían, otros me admirarán.

Desde pequeña solía ser conocida como una niña curiosa por hablar de temas controversiales, por conversar de lo que otros no y, sobre todo, por defender a mi gente, a mi pueblo. Mi sangre proviene de diversos lugares, pero creo en solo una raza, la humana. Soy y seré la voz de mis antepasadas, las cuales estuvieron atadas de manos y pies, siendo así prisioneras del silencio.

Con mi llegada se rompieron grandes cadenas. Somos libres y no esclavas de la opresión. Para algunas seré una inspiración, para otras su heroína.  De lo que deben estar seguras es que soy su futuro, les adelanté camino; el cual no ha sido sencillo y es una lucha cotidiana.

Tengan presente a lo largo de sus vidas lo que dejo en mi escrito: “Y me niego rotundamente a negar mi voz, mi sangre y mi piel”. Yo no me avergüenzo, no deben hacerlo ustedes tampoco. Cada una de nosotras viene de distintas culturas, con rasgos característicos. Soy mujer; una con cabello rizado y sin miedo de hablar fuerte por todas las demás.

No debemos señalarnos, mucho menos criticarnos. Somos féminas con poder, inteligencia y sobre todo capacidad. Mi poesía no es simple letra, es más que un mensaje, es un movimiento en el cual procuro incorporar a cada una de ustedes, hermanas. Aunque algunos se encuentren en varios idiomas, mi enseñanza sigue siendo clara para los dispuestos a escuchar, analizar y poner en práctica.

Por lo tanto, alcemos nuestras voces, juntas somos más fuertes, imparables. No tengan miedo de confrontar esta difícil sociedad, merecemos reconocimiento y respeto hacia nuestras culturas, creencias, forma de vestir, gustos, pasatiempos y demás.

Somos gemas únicas, valiosas y hermosas. Tenemos derecho a vivir sin miedo en nuestro mundo. Estoy aquí por todas ustedes, mi razón de ser es poder compartirles mi pensamiento y así lograr inspirarlas, sin importar en qué parte del mundo se encuentren.

Para mí nada ha sido un impedimento. Siempre he anhelado ser reconocida por mi escritura y mi activismo. No temo a que sepan quién soy. Es importante que como sociedad podamos reescribir nuestra historia para poder convivir todas juntas, además de poder identificarnos y sentirnos representadas a través del tiempo. Tenemos la necesidad de ser escuchadas, ya callamos lo suficiente, la gran diferencia es que ya nada nos detiene. Cada vez somos más las mujeres que en lugar de distanciarnos, nos acercamos para un objetivo común: la igualdad. En conjunto somos guerreras y luchadoras. Camina, mujer, que el sendero sigue.

Fue en tiempos de antaño, en 1895, cuando una pequeña niña mostró su cara al mundo. En ese momento nadie se imaginaba lo que ella haría en el futuro. Más allá de las ilusiones de los nuevos padres, ni ellos ni mucho menos aquella recién nacida sospechaban lo que pasaría años después. Corina Rodríguez López quedaría plasmada en la historia de Costa Rica, pero para saber esto necesitamos adelantar un poco el tiempo…

La joven había florecido y se convirtió en una mujer brillante, portadora de una nueva visión que le permitía analizar el panorama completo y la realidad de vivir en el país centroamericano siendo una mujer. Ella miraba con atención cómo las puertas que se abrían automáticamente para los hombres se cerraban de forma estrepitosa para las féminas. Observar que derechos tan fundamentales como el sufragio estaban sólo en manos masculinas le hacía hervir la sangre.

Por eso alzó su voz, cualquiera que la escuchaba quedaba pasmado con su gran facilidad para hablar frente a la multitud, siempre sazonando sus discursos con gran entusiasmo; por eso, en 1919, junto al país se rebeló valientemente contra la dictadura de Federico Tinoco. Participó en varias protestas con la esperanza de que la libertad volviera a reinar en su patria, fue exiliada y se marchó a los Estados Unidos; pero, lejos de derrumbarla, este hecho la impulsó a seguir estudiando y luego de unos años se graduó en la Northwestern University, en Chicago.

Cuando volvió, luchó por la enseñanza, convirtiéndose en la directora del Colegio Superior de Señoritas; además, fue profesora del Liceo de Heredia y de la Escuela Normal de Costa Rica. Sin embargo, esto no era suficiente para ella, sus preocupaciones sociales seguían atormentándola, quería hacer más, dejar un legado que inspirara no solo a las mujeres, sino también al país completo; entonces decidió fundar varias organizaciones, entre ellas Casa de los Niños, que aún sigue operando con el objetivo de ayudar a los niños a romper el ciclo de pobreza, a través de la educación, alimentación y todo lo necesario para que puedan salir adelante.

De forma paralela continuaba dejando su huella en el país, protestaba junto a muchas otras compañeras de la Liga Feminista Costarricense, como Ana Rosa Chacón y Carmen Lyra, con el fin de que el sufragio femenino dejara de ser un sueño y se convirtiera en una realidad. Sus pensamientos y opiniones se ven plasmados en sus poemas y aportes al país que, lastimosamente, muchas veces son olvidados y pasados por alto por la sociedad actual; por eso es importante que tú, que estás leyendo este texto, comprendas la importancia de no olvidar los hechos y reconocer los logros que las mujeres han conseguido. Y, ¿quién sabe?, quizá alguna de ellas te inspire para crear tu propia historia.

TEXTO CORREGIDO

Dentro de las comidas típicas de mi bello país, Panamá, se encuentra el tamal, platillo de origen precolombino preparado a base de masa de maíz y relleno de pollo o carne. En lo personal, tamal delicioso es el que hace mi tía Irma Vargas, cuyo sabor es único.

Estoy en la sala culminando una asignación de Historia en la que se mencionan las tradiciones de nuestra patria y, de repente, me llega un aroma singular y conocido a la vez. Me dirijo a la cocina y descubro a mi tía preparando una de sus recetas favoritas: me quedo observando cada movimiento, desde el más insignificante hasta el más relevante.

—¿Isabel, quieres aprender? —me pregunta e inmediatamente acepto.

Me aproximo a la mesa.

—¡Guau! —expreso al observar las diversas vasijitas con condimentos: una tenía pasitas; otra, un pollo guisado con un color vistoso y aspecto delicioso; en la más pequeña había un guisado de especias y en otra, las aceitunas.

En una esquina está la olla hirviendo sobre la estufa. Puedo apreciar el inigualable color amarillo de la masa del maíz. Tía Irma toma una cuchara y sirve masa en las hojas de tallo ya hervidas, añade pollo guisado, guiso, pasitas, aceitunas, lo envuelve todo con las hojas de faldo (hoja de plátano utilizada para envolver el tamal) y procede a amarrarlo con hilo pabilo. Para finalizar, lo introduce a la olla de agua hirviendo.

Después de diez minutos, se percibe el aroma de los tamales recién hechos. Provoca degustarlos y acompañarlos con arroz blanco, ensalada de tomate y pepino, y para beber, una refrescante limonada con raspadura.

Tía Irma Vargas me mira atentamente y reacciona con una risotada ¡Ja, ja, ja! y su frase más auténtica: “¡Comida buena es la que hago yo!”. Y no la contradigo, porque tiene toda la razón.

Me expresa con sencillez: «Me recuerdas a mí cuando estaba joven, llegaba del colegio y me paraba en la puerta de la cocina a observar las delicadas manos de tu abuela Angelina mientras preparaba todos los ingredientes para hacer tamales; observaba los granitos de maíz en su delantal y ese toque de amor con el que hacía todo».

Interesada en aprender, dice que un día se acercó y se ofreció a ayudarla. La abuela le dijo: “Mira, mamita, ve aprendiendo porque no te voy a durar toda la vida”. Y en enseguida le empezó a explicar detalladamente todo el procedimiento, a la par que tía Irma seguía con detalle cada instrucción, asegurando que la tradición familiar perdurará para las siguientes generaciones.

Para Navidad nunca faltan los tamales en la mesa decorada con flores, frutas, postres, ensaladas y demás. Tenemos la costumbre de compartir con toda la familia. Irma acostumbra a llevar su platillo icónico para acompañar el arroz con guandú y la ensalada de papas y remolacha que hace mí tío Abdiel, otro talento de la cocina con el que cuenta la familia Vargas Padilla.

TEXTO CORREGIDO

Los abuelos representan el tesoro más valioso que puede tener una familia. Conocer las costumbres del pasado y poder describir con lujo de detalles nuestras propias vidas a través de sus ojos, es una oportunidad grandiosa.

Por circunstancias del destino, solo conocí a mi abuela paterna, que para todos era fuente de conocimientos y el brillo del sol que nos energizaba.

Pastora Siles, de origen nicaragüense, se dedicó desde joven a la docencia e impartió clases como educadora en Honduras, país donde nacieron sus dos primeros hijos.

Para el año de 1937, Nicaragua experimentaba uno de los episodios más crudos de su historia, iniciaba la dictadura de Anastasio Somoza, que duró casi tres décadas, sin dejar de mencionar los años sucesivos con el resto de su familia que fueron igual de difíciles. Según un ensayo del profesor Roberto González Arana, director del Instituto de Estudios Latinoamericanos y Caribeños de la Universidad del Norte en Colombia, Nicaragua ha sido un país gobernado por una dinastía dictatorial que duró casi medio siglo y luego pasó por un proceso revolucionario.

La pobreza y la inestabilidad política de la época fueron el principal motor que originó una fuerte migración de ciudadanos, de la cual mi abuela fue parte.

En 1955, a los 30 años, se trasladó a Costa Rica, donde laboró en una industria textil e intentó formar un hogar con una nueva relación que no prosperó. Pastora, madre soltera, se convirtió en el pilar de su hogar y crio a sus cuatro hijos con un salario que apenas alcanzaba para lo necesario.

Los mayores de la casa coinciden en que fue una mujer fuerte y con valores. Según mi padre, si le preguntabas cómo estaba, ella siempre respondía: “Cada día más joven”, con una mirada y sonrisa entre pícara y compasiva a la vez.

Los recuerdos que tengo de ella son muy vagos. Llegó a Panamá en la década de los 90 porque mi padre decidió que viviría un tiempo con nosotros. Me cuentan que me vio nacer, me cargó en sus brazos, pero era muy pequeño para recordarlo. Lo que sí guardo como el más grande de los tesoros es su dulce voz y la forma de arrullarme.

A los 87 años el brillo de sus ojos se apagó como una estrella que se consume en el universo. En aquel entonces yo solo tenía seis años y no podía procesar la idea de que no la volvería a ver, era la primera vez que perdía a un ser querido, fue un golpe muy fuerte, pero, a pesar del tiempo, mantengo muy vivas las memorias.

La abuela Pastora dejó un importante legado, fue una mujer de fe, trabajadora y disciplinada. Sin importar las circunstancias, siempre mantuvo una actitud positiva. Para mí es sinónimo de estímulo y ejemplo de vida.

En medio de la remembranza me llena de satisfacción saber cómo, entre la luz del día, mientras el viento sopla y las nubes se mueven, puedo afirmar que en mi vida existe una mujer que me inspira.

TEXTO CORREGIDO

La señora Angélica, como de costumbre, se encontraba haciendo los quehaceres de la casa. Todo indicaba que sería un sábado sin mayores contratiempos, sin embargo, la rutina tuvo un repentino giro de 180 grados.

Ese día, el hijo mayor, José Luis, que desde hacía un tiempo vivía con ella, producto de haber terminado una relación algo complicada, decidió ocupar la mañana para realizar todas las diligencias pendientes. Una de ellas, y la más importante, era visitar a su hija menor quien vivía en casa de la bisabuela materna, junto a la madre y otros hermanos.

Al llegar al hogar, su gran sorpresa fue encontrar a la pequeña Sol y al resto de sus hermanos en una condición lamentable: los niños estaban solos con la adulta mayor, quien no podía atenderlos debido a su avanzada edad.

José Luis tuvo que tomar la decisión de llevarse a la niña con él y desde ese momento la señora Angélica empezó a desempeñar el rol de madre, ya que su hijo, al no tener experiencia y sentirse inseguro por no saber cómo cuidar a la infante, decidió pedirle ayuda.

Angélica, a los 56 años y con 7 hijos, tuvo que retomar los conocimientos adquiridos años atrás, pues todos sus retoños pasaban ya la mayoría de edad.

Los primeros días fueron de adaptación: preparar biberones y cambiar pañales ya no era parte de su vida. Sin embargo, lo aprendido no se olvida y logró hacerlo nuevamente con todo el amor de siempre.

A medida que pasaban los meses, todo se iba haciendo cada vez más sencillo. La niña, desde pequeña, fue muy cariñosa y pudo adaptarse fácilmente. Angélica contaba con el gran apoyo de su esposo Lucho, siempre responsable y caballeroso, con quien había formado una gran familia. Ella nunca tuvo necesidad de trabajar fuera de las muchas responsabilidades del hogar.

La abuela había acogido a la nieta como su propia hija, no entendía cómo se podía ser tan indiferente con la crianza y protección de un menor, aun a pesar de las leyes existentes en el país. Según la Convención sobre los Derechos del Niño (Asamblea de las Naciones Unidas, 1989), Artículo No. 27, numeral 2: “A los padres u otras personas encargadas del niño les incumbe la responsabilidad primordial de proporcionar, dentro de sus posibilidades y medios económicos, las condiciones de vida necesarias”.

La niñez de Sol transcurrió como la de cualquier otro menor. Los primeros años de escuela fueron difíciles para la abuela. Sol necesitaba otro tipo de atenciones y Angélica no estaba para esos trotes, pero le enseñó a escribir y leer, entre otros aprendizajes.

La dedicación y entrega que tuvo con la nieta fue la misma que, en su momento, le ofreció a sus hijos. Angélica y José Luis eran conscientes de que había que decirle la verdad a Sol, y así lo hicieron.

Angélica es una mujer que inspira. Hoy sigue activa y con el mismo entusiasmo de ayudar al prójimo. Solangel la define como puro amor.

Era un día común y corriente del año 2007. Pensaba que me encontraba dentro de una familia unida y feliz en compañía de mi esposo y mis tres hijos.

Pero, mi marido decidió abandonarnos para irse a vivir con su amante. El mundo se me venía encima al pensar en lo que iba suceder, solo quedaba yo para mantener a los tres niños: una de ocho años, otro de cuatro y el último de cinco meses. Juro que mi mente estaba en blanco al ver a mis pequeños en la casa y yo sin trabajo ni sustento. Me deprimía cada vez más, sin embargo, esto no era un obstáculo para mí, Jenny Sánchez, una mujer guerrera.

De pronto sentí unas fuerzas que ni siquiera yo sé de dónde salieron. Supe que quedándome donde estaba no lograría avanzar junto a mis pequeños, razón por la que decidí dejarlos con mi madre y trasladarme a la capital del país a buscar un empleo para generar dinero y de esa manera sostener a los míos. En el mundo siempre existen ángeles, al llegar a la metrópoli en marzo, ya tenía mi primer trabajo; era algo emocionante, de verdad. Durante mis vacaciones procuraba irme desde el primer día libre para pasar el mayor tiempo posible con mis hijos.

Después de eso, en el 2010, tomé la decisión de firmar el divorcio total, ya no necesitaba estar estresada sobre ese tema. Más adelante se graduó de Educación Media mi hija, quien luego iría a la universidad por lo que debía mudarse también a Tegucigalpa. Mi hijo mediano iba al colegio secundario y el pequeño a la escuela primaria.

En enero del 2015 decidí emprender un viaje a Estados Unidos con la visión de conseguir un mejor trabajo que pudiera sostener a mis hijos y darles la educación que ellos merecían. Realmente no tardé mucho en llegar, a finales de febrero estaba pisando tierras norteamericanas. Gracias a Dios que me permitió estar sana y salva. A partir de ese momento la sonrisa volvió a mí, solo faltaba trabajar duro día a día para lograr los objetivos por los que migré acá.

Después de empezar una vida nueva en un país totalmente diferente, fui agarrándole cariño y eso me daba aún más ganas de luchar. Claro, hay que aceptar que cualquier madre se deprime al saber que su familia está a miles de kilómetros de distancia y que no los puede visitar a diario, pero igual el recuerdo de ellos sirve de inspiración. En diciembre de 2018 logré graduar a mi segundo hijo y el más pequeño iba a entrar a la Educación Media.

¡Vaya, sí que el tiempo pasa muy rápido! Cada día me sentía más satisfecha de mi labor, corroboré que una mujer no necesita de un hombre para poder vivir o mantener a sus hijos; solo se trata de empezar, retarse a sí misma y levantarse si se cae. ¡Básicamente en esto consiste la vida!