Emprendiendo una fábrica de felicidad
Isabela Barranco creció en una pequeña familia que vivía en Betania, en la ciudad capital. Su casa estaba en el medio, hacia la cima de una montaña. Había muchos vecinos y todos eran muy unidos. Con sus amigos jugaban, reían y se divertían. Ella guarda esos gratos recuerdos.
Su papá trabajaba en el Canal de Panamá y su mamá tenía un pequeño salón de belleza en su casa. Estudió toda su etapa escolar en el Instituto Panamericano, su alma mater, hasta graduarse en 1991.
Cumplió a cabalidad con todo lo que un padre espera de un hijo. Fue buena estudiante, por lo que hizo su práctica profesional de bachiller en el Citibank. Seguido, estudió mercadeo en la Universidad Santa María La Antigua, graduándose en 1995. No se detuvo en su formación, pues dos años más tarde obtuvo un postgrado en Alta Gerencia en la Universidad del Istmo. Su último trabajo, antes de emprender su propio negocio, fue en la Asociación Panameña de Crédito, desde 1998 hasta el 2008.
Para el 2007 contrajo nupcias con Roberto Gomes. En el año 2009 tuvo a su primera hija, Isabela Sofía.
Nueva experiencia
Luego de tomarse un tiempo, decidió emprender su propio negocio. Ella quería algo diferente e innovador. Aunque hasta el momento había seguido un patrón socialmente establecido, era hora de algo distinto.
Un factor importante a considerar era que le gusta mucho viajar. Tomó esos dos años para visitar ferias donde las grandes empresas exponían sus negocios, con el fin de conocer lo que se estaba ofreciendo en el mercado internacional y así poder hacer una propuesta atractiva para el público panameño.
Después de muchas horas de trabajo, investigación y concretar ideas, creó junto a su esposo Smile Factory, un lugar para el entrenamiento familiar.
En el 2011 nació su segundo hijo, Manuel. Para ese tiempo, Isabela y Roberto estaban haciendo los trámites para poner en marcha su proyecto. Encontraron un lugar cerca de Albrook, en una plaza comercial. El 15 de noviembre de 2012 abrió sus puertas el local.
Años después, en 2015, Smile Factory hizo una alianza con Chess Logistic para impartir clases de ajedrez. Isabela escuchó los beneficios de este deporte para los niños y le interesó demasiado. Después de años de entrenamiento y clases con excelentes profesores, los chicos de ese centro han ganado varios torneos.
Cambio de estrategia
Para marzo del 2020 había muchos proyectos en marcha entre la pareja de esposos, pero de manera repentina llegó el COVID-19. Se cerraron las escuelas y se restringió la circulación de personas. Fue la situación más difícil para todos los pequeños y microempresarios, como ella. Isabela estaba enfrente de una dimensión desconocida, tanto en el ámbito personal como el empresarial. Nadie sabía qué era el nuevo coronavirus. Las informaciones del Gobierno y las organizaciones de salud mostraban que no iba a durar poco tiempo, un panorama nefasto para todos.
Isabela y Roberto analizaron cómo mantener activa una de las ramas de negocio de la empresa, las clases de ajedrez. En menos de tres días las lecciones presenciales se convirtieron en virtuales. A esto le llamaríamos “resiliencia empresarial”.
El momento más crítico de Smile Factory fue el cierre del local en julio de 2020. Era una decisión que no solo le afectaba a ella sino también a los que trabajaban allí y a sus hijos, porque lo veían como una segunda casa. Sin mirar atrás, la empresa continuó con las clases en línea por más de dos años.
Hoy, con mucha alegría, tras vencer este gran reto, los esposos se esfuerzan en ofrecer herramientas para fortalecer el desarrollo de niños y adolescentes a nivel internacional, dando clases de ajedrez, dibujo, emprendimiento y programación en modalidad virtual.
Después de la experiencia de diez años con Smile Factory, Isabela es fiel creyente del trabajo colaborativo. De hecho, emprendió una nueva alianza estratégica con Ajedrez Criollo, en conjunto con su socio de más de siete años, Roberto Sánchez, quien es campeón nacional de ajedrez.
Esto nos demuestra que, si tú crees en lo que haces, puedes llegar muy lejos. Isabela tiene frases claves que definen su vida: “Querer es poder”, “Lo que tú piensas, tú lo sientes; y lo que tú sientes, tú lo vives”. Ahora sé que con dedicación y trabajo duro todo es posible.