Vocación, liderazgo y esfuerzo

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A lo lejos, en la montaña, se escucha una pequeña voz gritando: «¡Viene la maestra, viene la maestra!». En la brecha del angosto camino se escuchan los pasos de un caballo que a pequeños trotes lleva sobre sí a Mirna Osorio de Trombetta, llena de entusiasmo con sus bolsos de materiales didácticos para llevar a cabo la tarea más importante y significativa del ser humano: la educación.

Desde su juventud, ella sentía inclinación hacia la enseñanza e hizo posible su gran sueño ingresando a la Universidad de Panamá, donde obtuvo su título de licenciada en Educación con Énfasis en Primaria. No fue fácil alcanzar la meta, ya que, entre los quehaceres del hogar, el cuidado de sus hijos y la carrera profesional se conjugaron diversas responsabilidades que ocasionaron mucho estrés y dudas acerca de su objetivo. Hasta que, finalmente, luego de cuatro extenuantes años, alcanzó su deseo anheladp.

Pasaron cinco años más para lograr insertarse en el sistema del Ministerio de Educación y su primera experiencia fue intensa, al punto de que, en sus primeros meses en la escuela Las Marías, en las montañas de Río Indio, en la provincia de Coclé, sufrió luego de dejar atrás a sus tesoros más preciados, sus hijos. Fue así como durante las primeras semanas experimentó un fuerte deseo de volver a casa, rodeada de tanta vegetación, un verdor que en esos momentos le abrumaba.

Meses después su vocación empezó a emerger de lo más profundo de su ser, al ver las caritas sonrientes de sus alumnos en aquella aula multigrado.

Al finalizar el año escolar 2011 estaba programada la graduación de los estudiantes y los preparativos no se hicieron esperar. Los padres de familia habían organizado un brindis para los chicos con el tradicional arroz con pollo, ensalada de papas y chicha de limón con raspadura. Los pollos los llevaría doña María, el culantro y el achiote don Simón y así todos se dispusieron para que el evento fuera un éxito. A la maestra le tocaría traer lo que hiciera falta y pese a que todo estaba organizado meticulosamente, el clima lluvioso obstaculizó los planes.

Eran las 6:30 a. m. y toda la carga estaba lista para ser llevada a la escuela, pero los tres ríos que había que cruzar se encontraban en su máximo nivel debido al aguacero. Hubo que esperar alrededor de tres horas para pasar el primero, con ayuda de un caballo y una cuerda.

Más tarde, siendo aproximadamente las 7:00 p. m., la maestra y su esposo llegaron al segundo río, el más hondo. En ese momento el agotamiento era indescriptible. El hombre tomó la mayor carga y ella lo agarró por el cinturón de su pantalón antes de empezar a cruzar el oscuro y lodoso afluente. En el centro, la maestra resbaló, pero logró tomar nuevamente el cinturón y alcanzaron la otra orilla.

Siguieron la ardua caminata hasta que tres horas después llegaron a la escuela «muertos» de agotamiento, pero agradeciendo al Todopoderoso el cuidado que tuvo con ellos y de saber que al día siguiente sus alumnos recibirían el mejor de los premios: la oportunidad de una vida de superación.

Once años han pasado del acontecimiento. Hoy la maestra enseña en el Centro Educativo Básico General Nuevo San José. Muchos de sus estudiantes son profesionales en diversas ramas y recuerdan a Mirna Osorio de Trombetta como aquella mujer que los impulsó a continuar con el estudio a pesar de las circunstancias.