Estrellas de la constelación de Panamá
El jueves 5 de mayo de 2022, fuera del Centro de Convenciones de Ciudad del Saber, aguardaba mi primer desafío, cruzaba los dedos antes de entrar para enfrentarme al examinador. Un simple “positivo” podría ser a estas alturas lo más terrible para mí.
Por fortuna, vencí. Todos los que estábamos allí pasamos la prueba de covid-19.
Así arrancaron los días que, descubrí después, han sido los más fascinantes que he vivido. Era parte de la Olimpiada Panameña de Ciencias Espaciales, organizada por la Secretaría Nacional de Ciencias y Tecnologías (Senacyt).
Esta no era cualquiera olimpiada para mí: promueve una de las ciencias que siempre me ha fascinado. Desde muy niño me intrigan las infinitas posibilidades de cosas que suceden alrededor de la Tierra. Es un mundo que quiero describir.
Treinta y nueve estudiantes pasamos la prueba de conocimiento que se aplicó a decenas de chicos de las diferentes escuelas de todo el país y ganamos un puesto en esta competencia. Concursamos para ser uno de los diez representantes de Panamá en la Olimpiada Latinoamericana de Astronomía y Astronáutica 2022.
Después del almuerzo del primer día empezó la prueba individual, la de conocimientos. El estrés y los nervios lo nublaban todo, el tiempo pasaba lentamente, el pesado silencio era quebrado por el sonido del traqueteo de los bolígrafos, el barrido de los borradores, el recorrido del grafito del lápiz sobre las hojas… En fin, era como si el resto de la vida se definiera a partir de ese momento. Jamás había practicado tanto para un examen.
Pero en los descansos y en los momentos para comer todo cambió: atrás quedó el estrés y la rivalidad. Hice amigos y con ellos hablé mucho más que de cálculos, datos y observaciones nocturnas.
Los siguientes dos días pasaron como un caudaloso río que arrasa todo a su paso. Un mundo de nuevas cosas. Aún recuerdo las trasnochadas en nuestras habitaciones, armando un cohete e ingeniando para que tuviese un mayor alcance, discutiendo ejercicios para la prueba grupal o programando nuestro robot.
Y no me di cuenta cuando todo pasó. El sábado llegó el momento final: se anunciaron los diez representantes de Panamá en las olimpiadas, y yo tan solo logré rozar la victoria con una mención de honor.
Al día siguiente me desperté muy tarde, agotado y un tanto deprimido. ¿Estaré así porque no logré mi objetivo o porque este evento tan único, extenuante y lleno de emociones se había acabado? En el vestíbulo algunos se despedían, allí esperé a mis padres. A pesar de quedar prácticamente solo, no quería irme, sentía nostalgia por esta experiencia tan singular y por los amigos que hice allí, que se marchaban.
Sin embargo, no me sentía derrotado. Aunque no regresé con el éxito esperado, gané mucho: participé, ayudé a armar un cohete, un robot y me llevé nuevos amigos. Miro al cielo y no puedo esperar el momento para volverlo a intentar.