Sentía mis oídos tan apretados que pensé que iban a estallar. Apreté mis orejas con las manos y cerré los ojos hasta que todo pasó. Fueron unos segundos muy largos. 

Pero todo valió la pena. Había subido casi mil metros sobre el nivel del mar hasta llegar a uno de los puntos más altos de uno de los cerros más bonitos que he visto: Campana. Desde aquí la bahía de Chame es tan inmensa que parece que nunca acabará, y a la vez es tan pequeña que siento que puedo cubrirla con mis manos. 

Cuando mi papá me propuso que viniéramos no pensaba que esto fuera así. Y bueno, me di la tarea de investigar y descubrí que el Parque Nacional Altos de Campana, donde se encuentra el cerro Campana, fue el primer parque nacional creado en la República de Panamá, en 1966. No lo dudé: le dije a mi papá que se veía muy interesante y sí estaba animado, quería ir. 

El viaje al mirador del parque fue largo, pero hacía buen tiempo. 

Subiendo solo tuvimos oportunidad de ver la bahía, porque en cuestión de minutos empezó a llover y debimos volver. No pude llegar a la cima, donde está la cruz, el emblema de este sitio. Había escuchado que para llegar solo había que bordear la roca del lado izquierdo y evitar acercarse mucho a la punta porque hay muchas piedras sueltas. 

Me alegró que al bajar usé un sendero por donde está la calle, muy bonito y rodeado de árboles, tanto que parecía túnel. 

Este viaje fugaz fue una experiencia muy bonita. Recomiendo mucho Loma Campana para pasar momentos en familia o con amigos. Es un hermoso lugar para despejar la mente del trabajo, la ciudad, descansar del día a día y hacer algo diferente. 

Para mí, además, fue importante porque no paso mucho tiempo con mi papá, así que ese momento nunca lo olvidaré.