Era el 5 de septiembre de 2019. El cumpleaños de mi papá se acercaba. Ese día mi padre nos dijo a mis hermanos y a mí que iríamos a la playa y que empacáramos suficiente ropa. Nos quedamos con la intriga de por qué hizo esa solicitud y, aunque le preguntamos, insistió en que era una sorpresa. 

Como era de noche nos fuimos a descansar. Bueno, no sé los demás, pero yo no podía porque anhelaba saber cuál era el misterio. Al final el sueño me venció.

Finalmente, llegó el 6 de septiembre. Me levanté, agarré mi teléfono para mirar la hora y vi que eran las 8:15 a. m. Fui a felicitar a papá. Él me pidió que me bañara y me vistiera porque pronto nos marcharíamos. Mis hermanos ya se habían levantado y solo faltaba yo. Entonces me alisté y desayuné rico: jugo de naranja con croissant de chocolate. Reposamos un rato y emprendimos el viaje.

Al llegar a la playa la noticia era que nos quedaríamos durmiendo en un apartamento de un hotel, cerca al mar. ¡Yo no cabía de la emoción! Decidimos irnos al lugar donde nos hospedaríamos para cambiarnos la ropa.

Luego llegamos a la playa, donde nos bañamos y nos tomamos fotos. Dibujamos en la arena e hicimos castillos para divertirnos. En la tarde, antes de que se ocultara el sol, mis hermanos, mi abuela y yo regresamos al departamento a descansar. Mientras tanto, mi papá y mi mamá se fueron a comprar un pastel para la celebración en la noche. 

Pasadas las nueve de la noche me levanté, había sido un día agotador, pero maravilloso. Mis hermanos y mi abuela estaban despiertos. Cantamos el Cumpleaños Feliz junto a mis padres y, como si se tratara de una foto, guardé ese momento inolvidable para siempre en mis recuerdos.