Simplemente Minda
Creciendo bajó un cálido sol y una refrescante brisa , que recorría las hermosas praderas con su sonrisa a la vida llena de flores blancas y negras y su cielo cirriforme. Yacía una lista y derecha muchacha que vendía diferentes bocatas en las calles de Jutiapa. Con todo su futuro por delante; Minda le sonreía a la brisa, hasta que, por andar de coqueta, quedó embarazada; su madre al enterarse la alejó de casa; tuvo que arreglárselas sola. En el ínterin de su vida conoció a una pareja de buhoneros, que viajaban y vendían finas y coloridas telas. Minda , con el afán de cuidar y salir adelante con su hijo, lo dejó con sus hermanos, mientras ella emprendió un viaje al lado de los buhoneros para aprender el negocio y adquirir experiencia y emprender el suyo. Minda siempre decía que la dedicación y la honestidad eran los valores que la llevarían a ser alguien. Tan provechosa fue la experiencia, que obtuvo lo suficiente para pagar la educación de su hijo; sin saber leer ni escribir, logró generar ganancias económicas y, sobre todo, fama. Era la amiga del pueblo, indagaba de un lado a otro. Así era, ella no conocía la serenidad. Siempre cuestionó las reglas , curiosa e impredecible. Un día vendiendo y al siguiente día manifestando; en fin, quién la entendía. En la época de Arbenz salía a manifestar y apoyar al pueblo. Siempre pensó más allá del cuadro que se le presentaba; tener esa visión era su más grande virtud. Sin embargo, tanta fue su aventura, que terminó por aburrirse; así fue, no hay otra explicación. Quería dedicarse a algo diferente; no sabía leer, pero sabía el valor del dinero y decidió empezar una abarrotería y, nuevamente, generó mucho dinero.
No podía estar quieta, en sus venas corría la astucia. Frente a la abarrotería había una gasolinera, a donde los viajantes y camioneros llegaban. Aprovechó esto y se decidió a venderles café y pan; sus clientes eran felices, terminaban la jornada y había pan y café de Doña Minda. Claro, ya no era Minda, ahora era Doña Minda. Siempre encontraba la manera de sacarle provecho a las situaciones que se le presentaban. Los campesinos decían que era impredecible: “¿Qué hará ahora Doña Minda?”
De nuevo, Doña Mina se aburrió y quiso emprender algo más, pero sabía que tenía que dedicarse a completar la educación de su hijo, por ello tuvo que sacrificar varias opciones. Envió a estudiar a su hijo a Jalapa y a un internado en La Antigua Guatemala; su más grande y anhelado sueño era ver a su hijo en lo más alto, ser un profesional; ella quería “convertirlo en alguien” y para ello hubo sacrificios en el camino. “Así es el camino”, decía Doña Minda. Finalmente, su sueño más grande se cumplió: su hijo era todo un profesional, que marcó el principio de una nueva generación.
Empezó sabiendo nada y terminó sabiéndolo todo. Se atrevió a mucho, arriesgó mucho y el que arriesga, gana. Fue una mujer de acertadas decisiones. Los secretos de una inspiradora y admirable mujer, que subió las escaleras hacia el paraíso, luego de vivir 82 aventuras en los diferentes senderos de las montañas azarosas, pero esas mismas montañas estaban florecidas…