Helena, de indigente a mujer inspiradora
“No esperes a que la solución llegue a ti, búscala”.
Helena Rodríguez, a quien muchos llamaban Chiquita, era un vivo ejemplo de las malas decisiones, de cómo incluso tus más cercanos «amigos» pueden llevarte por el camino incorrecto. Era un ser errante, parecía no tener salvación.
Conociendo tus defectos
La primera vez que la vi no fue una experiencia agradable. El sol brillaba tanto que me costaba ver lo que ante mí sucedía. Recostado en la pared del edificio había un oficial de baja estatura y barbas largas que miraba fijamente a Helena. Ella murmuraba palabras sin sentido, mientras recogía latas. Me pregunté: «¿La saludo? Pero no se ve en buen estado”. De todas formas, pasé por su lado y le di los buenos días. En ese momento casi caigo del susto, cuando empezó a gritar: “¡Yo no soy una indigente!”. Comprendí que Helena no estaba en sus cinco sentidos ese día, ni los próximos años.
La fantasía de una madre
Con una gran sonrisa en el rostro y los brazos abiertos, nuevamente le diste la bienvenida a tu hija y a tu pequeño nieto, que por momentos vivían en tu casa. Como encantada, escuchabas las anécdotas del pequeño. Parecías feliz y lúcida. Verte así en casa era una hermosa fantasía de la que no querías salir, eso lo sé.
Vuelta a la realidad
Pero aquel 28 de octubre de 2017 fue oscuro. Sin una despedida, ni siquiera una nota, tu hija se fue y te dejó el alma desconsolada.
Justo ese día, por casualidad pasé por tu departamento. En mis doce años de vida, mis ojos nunca vieron una escena tan triste. Me partió el alma cómo entre llanto decías: «Bleika, Bleika, hija, ¿por qué?». En ese momento comprendí tus lágrimas y la razón por la cual estabas sufriendo tirada en el suelo. Otra vez la dulce Helena se dejaba llevar a un abismo de emociones. ¡La dulce Helena volvió a sus viejas andanzas!
A pesar de todo, tú…
Fuiste y eres una mujer fuerte, quedé sorprendida cuando afrontaste tu problema con determinación. Nunca pensé que después de esa recaída te mantuvieras erguida, demostrándole a la vida y a tu familia que había más de ti.
Eres la dueña de tu vida
Me pregunto por qué el destino me pone a toparme contigo. Otra vez te encuentro sentada en la escalera contemplando el cielo que poco a poco deja caer diminutas gotas.
Helena sonreía como si hubiera encontrado el tesoro más preciado. Caminé cerca de donde estaba y, por primera vez, recibí un trato amable de su parte: “Buenas tardes”, me dijo sonriendo. No esperó a que yo la saludara primero.
Ese día sentí que algo maravilloso te había ocurrido por la forma en que tus ojos miraban la lluvia. Te levantaste y con regocijo te dirigiste hacia tu departamento. Era el surgimiento de algo nuevo, decidiste tomar el timón de tu vida, cambiar para bien. Conseguiste un empleo que te dio dignidad como persona.
Fue una gran decisión dejar el alcohol, las drogas y todo aquello que te dañó en el pasado. Ahora caminabas por las calles con la cabeza en alto. Y me motiva saber que todo esto lo hiciste por ti, no por nadie más. No te importó el gran desafío, lo asumiste y no miraste hacia atrás.
Helena se sentía feliz, lo reflejaba en su rostro. Solo salía de casa para laborar. Demostró que, a pesar de haber sido víctima de las adicciones, logró superarlas luego de cuatro largos años. Y cada día lucha por no recaer. Ya no es Helena, la Indigente, como todos la llamaban. Ahora es Helena, la gran mujer y la buena vecina que se solo se preocupa por llevar el pan a casa.
Eres también una mujer que motivaste a una joven a escribir sobre ti para que otras personas conozcan tu historia, porque, a pesar de tus difíciles circunstancias de vida, lograste salir adelante.
Chiquita luchó con su adicción por tener una mejor vida, creyó en ella y así logró salir del abismo.
Helena, tú me inspiras.
Luz, me gustó mucho la manera sobria en la que redactas. Te felicito. Además cumples muy bien con el sentido cronológico y ordenado de los hechos, tal como se debe hacer en una crónica de no ficción.
Este párrafo es muy bueno: «Ese día, sentí que algo maravilloso te había ocurrido por la forma en que tus ojos miraban la lluvia, te levantaste y con una sonrisa voluntaria te dirigiste hacía tu departamento. Era el surgimiento de algo nuevo, fue el día en que decidiste tomar el timón de tu vida».
Es importante este punto de la crónica, porque parte en dos la historia (lo pasado y el nuevo amanecer en su vida).
No obstante, me quedó la duda de qué hizo el cambio en ella (porque no lo cuentas).
Daría un «plus» contar cuál fue el punto de inflexión, qué fue lo que encendió en ella el deseo de cambiar. Porque en este punto ya has contado muy bien los antecedentes, y después también relatas el final feliz. Pero -reitero- podrías sacarle provecho al momento del cambio.
Otra vez felicidades por tu talento para escribir. Sigue así.