Eran las 4:00 a. m. del jueves 13 de enero. Mi familia y yo nos habíamos despertado muy temprano rumbo a un viaje desconocido. Lo único que teníamos bien definido era que queríamos sumergirnos en una gran aventura.

Un día antes ya teníamos todo empacado y listo. Cuando llegó el momento solo era cuestión de subir el equipaje al carro, que no era tanto, porque se trataba de un paseo de un solo día. El destino escogido era la famosa cascada La Gloria. Quedaba lejos, pero el camino estaba accesible, así que mi papá no tuvo problemas en la carretera. Pero como siempre, en el trayecto mis hermanos y yo nos dormimos.

Después de dos horas desperté y me di cuenta de que estábamos perdidos. Mi papá preguntaba a algunas personas dónde quedaba la caída de agua, pero nadie sabía. El recorrido continuó a tientas.

Tras haber manejado por casi una hora, mi papá se dio cuenta, por las señalizaciones, de que habíamos recorrido toda la carretera Bejuco-Sorá. Llegamos a Altos del María, un sitio escondido entre las montañas de Panamá Oeste, con clima agradable e impresionantes vistas. Mis hermanos y yo quedamos sorprendidos de la altura de los pinos y el frío que se sentía en esa área desbordante de naturaleza. Pero todavía no encontrábamos la cascada. 

Mi papá decidió preguntar nuevamente, y ahora sí encontramos a alguien que nos detalló una dirección que llevaba a una calle rocosa, donde había un pequeño charco. Tomamos esa ruta, al seguir vimos un letrero que señalaba hacia un río, así que decidimos ir, pero ahora caminando porque adelante era más rocoso.

Fueron veinte minutos de caminata por un sendero muy empinado y resbaladizo. Encontramos una cascada con forma de gancho muy hermosa, pero no era la cascada La Gloria, sino El Manglarito. Nos acomodamos y desayunamos. Mi hermano y yo comenzamos a investigar cómo estaba el río, ya que no había nadie en esa zona y teníamos miedo de que se nos apareciera algo en el agua.

Mi papá, mi mamá y mis hermanitas tampoco querían bañarse en las frías aguas, no tanto por la temperatura, sino por miedo a encontrarse con algo. Así que nunca entramos al río. Mi hermano divisó una cueva alta, abajo estaban unas piedras grandes. Como somos curiosos, decidimos subir a la roca y fue impresionante. Nos siguieron mi papá y mi hermana, Eliana, pero mi hermanita Lucía y mi mamá prefirieron quedarse a tomar una siesta. 

Pasó alrededor de una hora y media cuando decidimos irnos, entonces recogimos y nos desviamos a otro lugar muy famoso: Los Cajones. Se trata de una formación rocosa de unos 8 metros de altura, que bordea el río Chame. Allí pudimos disfrutar de las vistas, el sonido del río al chocar con las piedras y las hermosas piscinas naturales que se forman en el sitio. Ahí terminamos de pasar un día genial. 

Es curioso, nunca encontramos la cascada La Gloria, pero el paseo fue una experiencia maravillosa que nos enseñó que vale la pena recorrer nuestro país, pues es hermoso y tiene muchas áreas turísticas desconocidas, perfectas para disfrutar en familia y vivir un día de aventura.