El viaje con mi mejor experiencia de vida

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Todo comenzó un lunes en la mañana con una llamada telefónica que mi mamá respondió. Era el encargado de las operaciones en Estados Unidos. Yo había sido escogido para ser beneficiado con una operación en mis piernas. Estaba súper emocionado y listo para emprender el viaje a Shreveport, Louisiana, con la organización Abou Saad Shriners, una institución de asistencia social centrada en la diversión y la hermandad.

Me dijeron que solo podía ir con uno de mis padres. Me puse triste porque hubiera querido ir con mi familia. Al final viajaría con mi papá, ya que mi mamá estaba a punto de dar a luz a mi nuevo hermanito. Comenzamos a hacer las maletas.

Una vez en el aeropuerto me despedí de mi familia, mis abuelos me dieron un regalo antes de irme, era una ‘tablet‘. Sentí mucha tristeza al ver a mi mamá con lágrimas en los ojos. En el avión nos tocó la ventana, así que pudimos ver toda la ciudad de Panamá. Una vez empezamos a elevarnos se fue la tristeza y me llené de alegría.

Entramos a Estados Unidos, llegamos a la primera parada en el aeropuerto de Atlanta. Era tanto el frío que al respirar y hablar nos salía humo por la boca. Caminamos hasta llegar a la puerta de abordaje, dentro tuvimos que tomar un tren y me sorprendí mucho al verlo. Luego volamos a Louisiana. Fue un trayecto corto.

Ya había caído la noche cuando llegamos, todo el día habíamos pasado viajando, desde las 5:00 a.m. que salimos de casa hasta las 8:00 p.m. que llegamos al hospital. Nos brindaron galletas y leche, después nos enseñaron la habitación, y nos alistamos para dormir rendidos.

Al día siguiente tenía una cita médica y me dijeron que no me quedaría dos semanas como me habían notificado en Panamá, sino cuatro meses y medio… ¡wao, ese fue un cambio inesperado! Mi papá casi se cae para atrás porque no estábamos preparados para eso ni con dinero ni con ropa. Él se preocupó mucho, ya que había pedido permiso en su trabajo solo por dos semanas. Pero logró resolverlo.

Por mi parte, yo me adapté rápido a la nueva estancia, además estaba entretenido con las actividades del hospital, las grandes salas de juegos y el parque en el exterior. Nos visitaban desde deportistas famosos hasta Santa Claus, y como si fuera poco, también venían los perros guías para subirnos el ánimo y llenarnos de amor.

La mañana de Navidad había debajo del árbol una cajeta con regalos, como nunca en mi vida había visto, metí la mano y encontré un dron. Usé todos los juguetes.

Después de un par de días el doctor me operó las piernas, pero en la madrugada una de ellas no respondía. Entonces me pusieron una máquina para que fluyera la sangre. Pasado un rato la pierna empezó a reaccionar y el doctor se alegró, al fin pude descansar. A la mañana siguiente me desperté muy débil, no quería hacer nada.

Tras unos días, logré dar mis primeros pasos y cumplí mi sueño de caminar. No fue como yo quería, pero lo hice. Estuve así por cuatro largos meses y después de completar el tratamiento regresé a casa con mi familia, con la sensación de haber vivido una de las mejores experiencias de mi vida.