La mujer que lo dio todo
Hay un dicho que describe a mi bisabuela Esther de una manera impresionante: “El que persevera, alcanza”. Ella fue una guerrera de primera clase, siempre nos decía que uno en la vida tiene que luchar hasta alcanzar su objetivo final, sin importar los obstáculos que tenga.
Esther nació en Líbano, en 1936, y falleció en el año 2020, con 84 años. Allá se casó con un señor llamado Ezra Khezrie, tuvieron dos hijas, una llamada Sophie y la otra Shelly, mi abuela.
Mi bisabuela emigró a la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, en 1964, con el objetivo de poder dar a la familia una mejor vida, con más comodidades y oportunidades. En 1967 nació un tercer hijo llamado Gaby.
El bisabuelo Ezra abrió una tienda departamental, donde trabajó muy duro para mantener a la familia. Mi bisabuela lo ayudaba mucho en la parte administrativa, ella se encargaba de toda la logística.
Esther era una mujer de negocios y fue importante en la economía de la familia. Cuando pudieron ahorrar dinero, ella decidió dónde invertirlo, pues conocía bien cómo era el negocio de bienes y raíces. Y tuvo mucha suerte, ya que los terrenos que compró hoy valen mucho dinero.
También se encargó de educar, mantener y darle amor a Gaby, el tercer hijo, y le consiguió un socio de trabajo para que pudiera empezar su propia compañía llamada Enchanté, una tienda de accesorios de casa, que actualmente —y gracias a Dios— es una de las más reconocidas en todo Nueva York.
Mi bisabuela vivía en la calle de Ocean Parkway, una de las avenidas más famosas de Brooklyn, conocida como la calle de los sirios. Allí se encargó de cuidar a sus hijos en la casa y también asistía a mi bisabuelo en su negocio. Era una señora multitarea, un don único que tenía.
Luego de un largo tiempo en Estados Unidos, cuando sus dos hijas se casaron con panameños, se tuvieron que mudar al Istmo. Mi bisabuela vivió años muy difíciles, cambiarse de país no fue fácil para ella, pero luchaba hasta el final sin rendirse.
Panamá le gustó mucho, amaba las calles, los restaurantes y, sobre todo, ir a jugar cartas con sus amigas en el casino. También le encantaba ver cómo mi bisabuelo invertía en la bolsa de valores.
Amaba todo lo que tenía que ver con las comidas, era muy buena cocinera, ya que tenía las mejores profesoras en Líbano: su mamá le enseñó, y ella a mi abuela y a mi tía abuela. La manera como preparaba los alimentos era algo de otro mundo, su mejor plato era el arroz con frijoles (lo que se le llamaba en Líbano como fasoulie), que sabía a gloria, era mi preferido.
Mi bisabuela Esther es un ejemplo a seguir. Era una mujer llena de historias, sonrisas y buenas cualidades a quien le gustaba ayudar a todo el mundo, ya fuese con una sonrisa o económicamente. Ella pasó todas sus cualidades a sus hijas, les enseñó cómo ser féminas de buenas acciones, a luchar hasta el final y, lo más importante, aprender a agradecer por todo lo que tienen. ¡Ella era lo máximo!