El fluir del alma
Una noche, puse atención a un programa que mi madre observaba en nuestro viejo televisor y me di cuenta de que era un documental acerca de una hermosa mujer que conmovió al mundo entero con sus acciones. Era Diana Frances Spencer, a quien la gente solía llamar Lady Di o la Princesa del Pueblo. Tomé asiento para saber quién era.
¡Naveguemos por la vida de Diana de Gales, les aseguro que será un viaje de amor y de inspiración! Su travesía inició en Park House, el 1 de julio de 1961. Llegó detrás de tres hermanos y aprendería a ir contra la corriente.
Diana era un pequeño capullo que fue creciendo hasta convertirse en una hermosa flor. Las primeras luchas con los remolinos de tristeza se dieron desde su infancia, ya que ella quería nadar en la delicada y suave disciplina del ballet, pero en su barco no había espacio para esto debido a que era muy alta; tampoco para que estuviera en la revista de las mejores estudiantes promesas, puesto que no le iba muy bien en la escuela. Sueños frustrados y tropiezos académicos, pero después todo cambiaría.
Luego de realizar estudios en Suiza, entre 1977 y 1978, Diana regresó a Inglaterra, a la capital. La pasión tocó su puerta el 29 de julio de 1981, fecha en que los tallos de rosas se ataron a Diana y al príncipe Carlos para crear un lazo de eterna unión, el gran problema es que Diana solo tenía las espinas y Carlos todas las flores, incluso de otro jardín. Consiguió el título de princesa, siendo la rebelde del palacio; con el poder que tenía, haría que su voz fuera escuchada, pero no sería un grito para dar órdenes, sino un susurro de amor.
Lady Di fue la Princesa del Pueblo porque tenía las llaves del cariño entre sus manos, que eran saber escuchar y respetar. Algo que admiré de ella fue su autenticidad. Siempre escuchamos que debemos dar la mejor versión de nosotros mismos, pero ¿qué pasa con la verdadera? Nuestra alma debe fluir junto con el río de la vida y tenemos que mostrar nuestras cicatrices, miedos, desilusiones y fortalezas. Así lo hizo Diana al hablar de sus problemas en su matrimonio, pero ambas partes estaban floreciendo para otra persona.
De Diana nacieron Guillermo y Enrique, hijos a los que crio como lo que eran, humanos igual que ella, saliéndose del estricto régimen de la monarquía. Fue una madre excepcional que siempre veló por sus pequeños, acompañándolos en sus actividades escolares y vacaciones, aunque a veces sus compromisos como realeza no se lo permitían.
La princesa siempre estaba a la moda, era esbelta y lucía hermosas prendas que rompían el protocolo: pantalones, vestidos, faldas. Diana no le ponía etiquetas a la ropa para establecer si era de hombre o mujer, ella simplemente se vestía cómoda, sin hacer caso del qué dirán.
En París, la capital del amor, tuvo lugar un acontecimiento que traería una ola de tristeza a todo el mundo: el barco de Diana se hundió en el mar de la muerte el 31 de agosto de 1997, en un accidente automovilístico. Dios, ¡cuántas lágrimas se derramaron ese día! Se había ido una madre, una hermana, y aunque no llegó a ser coronada, se había ido una reina.
Un triste sábado con un sombrío velo de tristeza reunió a una gran multitud en el funeral. Aquel terrible 6 de septiembre de 1997 dos mil millones de personas vieron, a través de una pantalla, el último adiós de Diana. Personalidades en todo el mundo estaban conmovidos, la Madre Teresa que compartía con Lady Di la bondad y el amor hacia las personas, se mostró muy afectada por su fallecimiento.
El alma de Diana quedó en las personas a las que ayudó. Dejó un legado a las futuras generaciones que será difícil olvidar. Mostró que estaba hecha de carne y hueso.
Muchos medios de comunicación hablaron de la muerte de Diana, decían que no fue un accidente; pero qué importa la causa, lo que vale es que Lady Di fue una mujer amada por el mundo entero. En mi caso, siempre la admiré. Diversas mujeres han sido inspiradas por el noble corazón de la princesa y muchas de ellas lucharán para que su mundo sea mejor.