Divertidas historias de terror en cuarentena
Para muchos la cuarentena durante el inicio de la pandemia por covid-19 fue muy estresante; en cambio, a mí me pareció una época interesante, divertida y terrorífica.
Aunque extrañaba el colegio, a mis amigos y a mis profesores, tuve la oportunidad de pasar el confinamiento con mi familia en el interior del país, en la provincia de Veraguas. Fue entretenido porque aprovechamos el tiempo libre para desempolvar algunas historias. Cada cuento era mejor y más aterrador.
Un día decidimos ir donde mi abuelo a Pedernal, frente al cruce de Ocú. En esa ocasión, íbamos entrando al área cañera por el ingenio de Santa Rosa. Aún no cortaban las cañas, pero la zafra estaba próxima. Eran las ocho de la noche y escuchamos un llanto, se oía cerca del río Santa María. Sentí que el corazón se me puso chiquito del susto. Cuando llegamos a donde mi abuelo, él me dijo que era normal, que se trataba de la llorona buscando a sus hijos.
El comentario fue apropiado para que el abuelo recordara algunas historias de su pasado.
—Cuando era joven llegaban entre los cañales mujeres muy hermosas, mientras yo pescaba los chogorros —rememoró.
—¡Ave María Purísima! —exclamé yo.
Por suerte mi abuelo era joven cuando ocurrió esto. Pienso que hoy no debe pasar nada porque hay mucha iluminación.
Narró que, en el año 1945, cuando mis bisabuelos se estaban conociendo, se fueron para un baile. Era en un pueblo algo distante, y después de ciertas horas ya no había transporte ni luz. Estaban bailando mientras el artista salomaba y tocaba el acordeón. Justo a la medianoche llegó un señor muy refinado, vestido de forma elegante. Todos lo miraban y las jóvenes se morían por bailar con él. Una de las muchachas, llamada Juana, sacó a bailar al caballero, quien aceptó la invitación. Danzaron mucho, hasta que este personaje le dijo había perdido una moneda y le pidió ayuda para buscarla. Juntos trataron de encontrarla, fue en ese momento que Juana le vio patas de vaca al señor, y gritó.
Está de más decir que el baile se acabó y todos salieron corriendo por las oscuras y desoladas calles.
¡Santo cielo! Menos mal que vivimos en el 2022. Solo les puedo apostar que, si esto llega a pasar hoy, todos le toman foto y lo suben a Tik Tok.
Siguiendo con las historias de miedo, la tía Cándida contó sobre un día que iba por la vía Interamericana. Hace cuarenta y ocho años había pocos autos en las calles, la movilización se hacía especialmente a caballo y en bicicleta. Mi tía tenía un auto porque se lo había regalado su esposo, uno de los muchos gringos que había en Panamá en esa época, por las bases militares. Era de noche y ella venía de la universidad cuando sintió que algo se le subió en la capota, en la parte trasera. Dijo que vio una larga cabellera negra, mas no a la persona, y no entendía cómo podía alguien trepar un auto andando a 80 kilómetros por hora.
—¡La sangre de Cristo! —dijo—. Acompáñame hasta que llegue bien.
Más adelante encontró una capilla con una cruz, a la cual arribó sin habla y temblorosa.
Hay infinidades de historias, cuentos y leyendas, que hacen parte de la cultura y tradición oral en nuestros pueblos del interior. No sé ustedes, pero con cada fragmento se me erizaba la piel.