Un amor sin fin
Esta es la historia de una chica que no se rindió y que siempre siguió adelante. A pesar de los obstáculos, era feliz con su trabajo, con su familia y amigos. Dentro de lo que cabía tenía una vida normal como la de cualquiera.
Un día de 1990, Magdalena conoció al que iba a ser el papá de su hijo, ese niño que vino a cambiar de forma positiva su futuro. Todo iba muy bien hasta que el esposo decidió irse del país y la dejó sola con su pequeño. Ella siempre tuvo mucha fe en sí misma y no se detuvo ante este revés. Se sintió una mujer dichosa, pues aceptó ser madre sin la presencia de un hombre.
Siempre había luchado por lo que quería y una vez recibió el pago por su trabajo se quiso comprar un carro. Una de sus amigas le recomendó a alguien que vendía autos a buen precio. Ella llamó al comerciante y él amablemente respondió, empezaron a hablar, todo iba muy bien. Magdalena adquirió su vehículo y quedaron en comunicación.
Poco tiempo después se encontraron de nuevo, ya que sus trabajos estaban bastante cerca. Eso les permitió convivir más, pasaron tiempo juntos, tenían una buena conexión, se entretenían y se mostraban mucha confianza.
Uno de esos tantos días Magdalena le conversó a Alexander sobre su niño y del problema con su padre ausente. Él tomó la noticia de la mejor manera, quiso conocer y tratar al pequeño, quien por entonces tenía solo dos años. Alexander decidió hacerse cargo de la criatura cuando pasó a ser el novio de Magdalena. Luego llegó el día en que decidieron vivir juntos.
Un tiempo después se casaron y el niño oficialmente tenía un padrastro. Todo iba muy bien, como lo esperaban. Después Magdalena salió embarazada de una niña, los padres reaccionaron con mucha alegría y ansias de poder tenerla entre sus brazos.
Los niños crecían. Un día Alexander salió a comprar el almuerzo, en el camino se encontró con una mujer linda y carismática. Desde ese momento cambió su carácter, tenía un pésimo comportamiento con su esposa.
Magdalena empezó a notar algo diferente en la forma de ser de su esposo, nada parecido con el hombre de antes. Una tarde en que su marido dormía, sonó su celular y ella se vio en la necesidad de contestar, fue cuando se dio cuenta de la infidelidad.
Se sintió muy mal ante semejante descubrimiento. Cuando Alexander despertó vio su ropa recogida en unas maletas. Magdalena le pidió el divorcio. El marido le rogó que hablaran y que arreglaran su delicada situación, aunque ella, con dolor en su corazón, le contestó con un rotundo no.
Pero, a pesar de todo, ella lo amaba, y él a ella. Alexander era consiente de su error y estaba arrepentido. Magdalena le dio una nueva oportunidad y le volvió a abrir su corazón. De a poco la relación mejoró y siguieron adelante. Hasta el día de hoy luchan por su matrimonio, dando todo por ellos y por sus hijos.