Era un día común y corriente del año 2007. Pensaba que me encontraba dentro de una familia unida y feliz en compañía de mi esposo y mis tres hijos.

Pero, mi marido decidió abandonarnos para irse a vivir con su amante. El mundo se me venía encima al pensar en lo que iba suceder, solo quedaba yo para mantener a los tres niños: una de ocho años, otro de cuatro y el último de cinco meses. Juro que mi mente estaba en blanco al ver a mis pequeños en la casa y yo sin trabajo ni sustento. Me deprimía cada vez más, sin embargo, esto no era un obstáculo para mí, Jenny Sánchez, una mujer guerrera.

De pronto sentí unas fuerzas que ni siquiera yo sé de dónde salieron. Supe que quedándome donde estaba no lograría avanzar junto a mis pequeños, razón por la que decidí dejarlos con mi madre y trasladarme a la capital del país a buscar un empleo para generar dinero y de esa manera sostener a los míos. En el mundo siempre existen ángeles, al llegar a la metrópoli en marzo, ya tenía mi primer trabajo; era algo emocionante, de verdad. Durante mis vacaciones procuraba irme desde el primer día libre para pasar el mayor tiempo posible con mis hijos.

Después de eso, en el 2010, tomé la decisión de firmar el divorcio total, ya no necesitaba estar estresada sobre ese tema. Más adelante se graduó de Educación Media mi hija, quien luego iría a la universidad por lo que debía mudarse también a Tegucigalpa. Mi hijo mediano iba al colegio secundario y el pequeño a la escuela primaria.

En enero del 2015 decidí emprender un viaje a Estados Unidos con la visión de conseguir un mejor trabajo que pudiera sostener a mis hijos y darles la educación que ellos merecían. Realmente no tardé mucho en llegar, a finales de febrero estaba pisando tierras norteamericanas. Gracias a Dios que me permitió estar sana y salva. A partir de ese momento la sonrisa volvió a mí, solo faltaba trabajar duro día a día para lograr los objetivos por los que migré acá.

Después de empezar una vida nueva en un país totalmente diferente, fui agarrándole cariño y eso me daba aún más ganas de luchar. Claro, hay que aceptar que cualquier madre se deprime al saber que su familia está a miles de kilómetros de distancia y que no los puede visitar a diario, pero igual el recuerdo de ellos sirve de inspiración. En diciembre de 2018 logré graduar a mi segundo hijo y el más pequeño iba a entrar a la Educación Media.

¡Vaya, sí que el tiempo pasa muy rápido! Cada día me sentía más satisfecha de mi labor, corroboré que una mujer no necesita de un hombre para poder vivir o mantener a sus hijos; solo se trata de empezar, retarse a sí misma y levantarse si se cae. ¡Básicamente en esto consiste la vida!