Cuando Carla Nayleth Martínez sale de su casa hacia su trabajo se despide de su hija Abigail del Carmen con un beso y agradece a Dios por el éxito logrado en su desempeño profesional. No fue fácil, tuvo que vencer varios obstáculos, pero nunca se rindió.
Nació en 1990, en el seno de una generación de policías. Desde su llegada a este mundo su padre había pronosticado que ella sería otro miembro más del cuerpo de seguridad del país; sin embargo, el sueño de esta chica era ser abogada. Esta decisión no le agradó a su progenitor y esto trajo consigo desavenencias en el hogar, por lo que optó por independizarse al cumplir la mayoría de edad.
Continuó con sus estudios y trabajó para lograr su meta, aunque sin el apoyo de sus padres era más difícil. Sin embargo, su perseverancia, esfuerzo y dedicación no iban a flaquear.
Pasado un tiempo, recibió una llamada telefónica para informarle que su papá había tenido un accidente. Inmediatamente se dirigió al lugar donde estaba recluido, pero no llegó a tiempo, pues había fallecido. Ese trágico giro de la vida la afectó tanto que tuvo deseos de suicidarse. Se sentía culpable por lo ocurrido. Su madre le buscó la ayuda de un psicológo. Esa intervención fue muy valiosa para ella porque mejoró su salud mental y superó el cargo de conciencia.
Carla Nayleth, viviendo nuevamente en la casa de sus padres, siguió adelante y se enfocó en establecer una relación sentimental confiando en que podía ser feliz. Tuvo un novio, que no era aceptado por su familia, por lo que al decirle a su madre que iba a casarse con él, no contó con su aprobación. Por segunda vez se sintió decepcionada de los suyos y decidió irse a vivir con su pareja.
Aún no se recuperaba de su tristeza cuando recibió la noticia de que estaba embarazada. Se animó al saber que en su vientre se estaba formando una nueva vida; mas lo que para ella era una alegría, no significaba lo mismo para su pareja. Él se enojó ante la situación y argumentó que no estaba preparado para ser padre. La abandonó con tres meses de gestación.
No podía sufragar los gastos de vivir por su cuenta, menos con un embarazo a cuestas; por consiguiente, no le quedó más remedio que volver otra vez a casa de los suyos.
Un nuevo rol tenía que enfrentar: ser una madre soltera y continuar trabajando y estudiando; no obstante, no se iba a rendir ante la adversidad, no sería ni la primera ni la última mujer que iba a sacar adelante a un hijo. Ahora tenía que secar sus lágrimas, dejar el orgullo de lado y perseverar para terminar sus estudios universitarios y ser la abogada que soñó.
Así que recogió sus pertenencias y tocó la puerta de la casa de su madre con sus tres meses de embarazo. Mientras esperaba sentía temor de ser rechazada o que la recibieran con reproches o críticas. La embargaron sentimientos encontrados: tristeza, miedo, alegría… Cuando se abrió la puerta, su mamá la recibió con sonrisas, abrazos y lágrimas de emoción.
Por primera vez sintió que su familia estaba feliz de su regreso. Aunque siempre fue así, pero ella no lo había percibido antes de manera tan clara. Tuvo que pasar por el dolor de estar completamente sola para comprender que los verdaderos padres están ahí para ayudarnos cuando más lo necesitamos.
Carla Nayleth terminó la universidad en el 2017 y obtuvo el título de licenciatura en Derecho y Ciencias Políticas. Hoy es una joven exitosa en el campo profesional y trata de mantener tiempo de calidad con su hija de doce años a la que ama profundamente.
Ella, mi vecina, es un ejemplo de superación para mí y para todos los que la conocemos. Es una mujer decidida, inteligente, valiente, amorosa y una excelente madre.