Un viaje selvático
Esta historia comienza un día a las cinco de la madrugada. Estaba emocionado por el viaje, así que me desperté a esa hora. Mi papá me contó que había trabajado como guardia de seguridad en el sector al que íbamos, y que veía los cocodrilos en las noches desplazándose por las lejanías del hotel Gamboa Rainforest Resort.
Emprendimos la travesía, mi hermano mayor también iba con nosotros. El viaje tardó un poco, pero al final llegamos y fuimos al área de pesca, donde hice un amigo, con quien me puse a hablar mientras disfrutaba la vista del inmenso lago Gatún.
En medio del viaje, justo en esa parte del lago se habían perdido unos excursionistas, así que mi papá y su grupo de amigos decidieron ayudar en la búsqueda, y sorprendentemente los encontraron por un poblado indígena que habita una isla que hay en ese lugar.
Superada esa etapa, cuando llegamos a Gamboa nos recibió un excompañero de mi papá y nos acompañó a desayunar en el hotel. Después fuimos a ver a los animales en unos recintos altos donde se encontraban especies como perezosos, caimanes e iguanas.
Entonces fue el momento de ir al mariposario. Yo no quería acercarme porque me daba miedo, pero al final tuve que hacerlo. Después de esa tragedia para mí, nos subimos a un teleférico y obtuvimos panorámicas interesantes, sobre todo la hermosa vista del lago desde la cima del cerro donde estábamos.
Luego caminamos hacia un puesto de guardabosque donde vimos un cartel que advertía de una oruga venenosa peluda. Y casualmente la encontramos mientras subíamos. Al inicio la reacción de las personas fue de mucha sorpresa, pero al poco tiempo perdieron el interés mientras el guía explicaba los efectos del ataque de aquel insecto. Decía que, si te picaba, te dolería la cabeza y provocaría salpullido y problemas para respirar, entre otros.
Al bajar encontramos un puesto de artesanías indígenas, un señor en taparrabo, de la etnia emberá, ofrecía a todo el grupo sus laboriosas creaciones. Compré un collar en forma de garra, con un grabado del águila harpía; se suponía que daba poderes, pero no funcionó. Supongo que le faltaba algo, pero igual me lo puse.
En ese momento comenzó a llover y decidimos regresar a casa. Atrás dejamos el paraíso boscoso de encantos naturales donde vivimos una experiencia emocionante.