Chorro Las Mozas: corrientes que esconden un secreto
¡Fuertes corrientes! ¡Cauces arrasadores e implacables! Roca tras roca, el agua cae hasta donde parece descansar su desembocadura.
A lo lejos se puede escuchar el estruendoso despeñadero, capaz de intimidar desde una persona común hasta un reflexivo sabelotodo, cualquiera puede quedar sin palabras ante tanta belleza natural.
Esto explica por qué muchas personas, embelesadas con la hermosura de estas vías fluviales adornadas con vegetación, las suelen visitar.
Sus amplios senderos parecen tener dueñas: una familia de briofitas que ha tomado el poder de la zona. Las grandes trepadoras llegan más allá de las copas de los árboles y han decidido multiplicarse en la región.
La pareja de extranjeros que se encuentra en el sendero del cerro de la Cruz, exclama: “¡Hemos llegado!”. Efectivamente, pero es solo el primero de tres chorros que han de visitar.
En la región cercana de la provincia de Coclé, en El Valle de Antón, se encuentran tres caídas de agua que convergen en una sola, sitio conocido como el Chorro Las Mozas.
Con gran satisfacción, los coclesanos comparten uno de sus preciados lugares turísticos, acompañado de su conocido mercado, y lo más llamativo… sus leyendas transmitidas de generación en generación.
La típica historia de turistas que a mitad de su travesía se encuentran a punto de rendirse, parece haberse hecho realidad. Por simple que parezca para muchos, sentarse en la orilla, en lo llano del chorro y sumergir los pies en el agua, es también parte de la aventura. De hecho, es una escena que suele verse entre los viajeros, por los distintos senderos que hay que atravesar para llegar a los siguientes torrentes.
“Ahora no es el momento de lamentarse en estas aguas”, dijo una mujer que se acercó a una pareja de ancianos a punto de descansar. Estas aguas esconden una historia. Esas tres bellas jóvenes hijas de Teobaldo, guerrero de la zona, guardaban un secreto que les costó la vida ante un amor no correspondido.
Una noche de celebración en Penonomé, desde diferentes regiones se dirigía un tumulto al poblado del cacique. A lo lejos se podía observar las llamativas plumas de quetzales que adornaban las cabezas de las personas y las chaquiras que yacían sobre sus pechos.
Guerreros, damas y plebeyos sabían que la multitud se acercaba al jolgorio por el redoble de los tambores y las melodías de sus flautas. La celebración se tornó, tan rápido como inició, en tragedia. ¡Vaya calamidad! Llorar durante horas por el guerrero Caobo y su nueva amante, pareció ser la decisión de las tres mozas.
De las lágrimas que brotaban de sus ojos se formaron unos chorros que las rodearon. Las tres hermanas saltaron de lo alto de un acantilado para alcanzar lo que ellas creían que sería su mundo libre de crueldad e infelicidad.
—Me despido, señores, se acerca otro grupo que parece necesitar mi ayuda —dijo la mujer que parecía ser de la zona, mientras se alejaba. Los turistas solo podían mirarse uno al otro.
—Bueno, no sé tú Henry, pero yo sí terminaré el recorrido —advirtió la anciana mientras recogía sus pertenencias y sacaba del trance a su esposo.
—Espérame Kate, también iré —respondió el hombre y siguió a su esposa hasta el próximo chorro, Charco El Mero.
¿Fue la belleza natural o la historia que escucharon lo que les motivó a continuar? No importa, al fin y al cabo, su vuelo de regreso no se daría hasta el próximo 18 de febrero. Faltaba aún un mes exacto para disfrutar del verano panameño, que ese 2016 les abría sus senderos llenos de mitología y aventuras por recorrer.