Aunque la quisieron borrar, no pudieron
Recuerdo cuando era más pequeña y soñaba con ser presidenta del país. Mi madre me veía con gracia y orgullo ante semejante determinación, por lo que decidió contarme sobre la vida de Prudencia Ayala.
Nació el 28 de abril de 1885 en el pueblo de Sonzacate (El Salvador). Su padre era un indio mexicano (Vicente Chief) y su madre (Aurelia Ayala) fue condecorada como coronela en la lucha de 1894 contra el general Carlos Ezeta, quien llegó al poder vía un golpe militar.
Prudencia aprendió lengua náhuatl de la mano de sus abuelas; además, hablaba y escribía en perfecto castellano. A los diez años se trasladó con su madre a la comunidad de Santa Ana, donde comenzó sus estudios primarios, pero solo logró cursar hasta segundo grado por falta de dinero. Aprendió el oficio de costurera, trabajo que alternaba con su activismo social a favor de los derechos de la mujer.
Cuando tenía catorce años publicó su primer artículo en un periódico. En su texto elaboró una serie de hechos que luego fueron considerados proféticos, como anticipar la caída del káiser Guillermo II de Alemania, el último emperador que tuvo aquel país europeo. Debido a esta premonición recibió el apodo de Sibila Santaneca.
Su ímpetu era enorme. Durante los años 1920 decidió fundar y dirigir Redención Femenina, un periódico que le permitió compartir con los ciudadanos la importancia de proteger al sector femenino, ya que para esos tiempos el rol de la mujer se reducía casi por completo a ser ama de casa.
Esta madre de dos hijos también demostró talento en el plano literario, ya que fue autora de poemas y libros. En su labor creativa promovía la igualdad entre hombres y mujeres, así como el fin de las dictaduras militares y de la intervención militar estadounidense en la región.
En su naturaleza provocadora decidió hacer apariciones públicas usando bastón, un acto que los conservadores de la época vieron como algo ofensivo. “No todos los hombres titulados llevan bastón, yo lo llevaré como insignia de valor en el combate contra los ingratos que adversan mi amor, mi ideal, la vida que llevo”, respondió en una ocasión.
Fue noticia en nuestro país cuando en 1930 anunció su postulación como candidata a la presidencia de El Salvador. Su aspiración fue criticada por un sector de sus contemporáneos hombres. Más de un periódico arremetió contra ella a través de caricaturas y artículos donde la acusaban de loca, fea, analfabeta, bochinchera y marimacha. Claro que también recibió el apoyo de un sector importante del estudiantado y de diarios como La Patria, ya que tenían ideas en común.
En los trece puntos de su plan de gobierno destacaba el sitial en el que deseaba ubicar a la educación pública, así como su apoyo a la clase obrera, al derecho al voto de las mujeres, la no discriminación de los hijos ilegítimos y reducir el consumo del aguardiente en la población. Su candidatura no pudo avanzar hasta las urnas porque la Corte Suprema determinó que las mujeres no tenían derecho a optar por cargos públicos.
Prudencia Ayala murió el 11 de julio de 1936 en San Salvador. Los medios de comunicación social la olvidaron pronto. Hoy día es distinto, ya que más de un grupo defensor de los derechos humanos la ubican como un ejemplo a seguir y utilizan su imagen y nombre como bandera a la hora de luchar por las más importantes reivindicaciones sociales.
Corría el año de 1996 cuando uno de los hijos de Prudencia vio una foto de su madre en una exposición del Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI), en San Salvador y le compartió al director de este centro cultural que su familia tenía un baúl repleto de escritos y objetos de ella. Esto permitió que el citado museo reconstruyera el legado de la mujer.
El arte también ha facilitado mantenerla presente en nuestro país. Por ejemplo, existe una organización llamada Concertación Feminista de Prudencia Ayala. En marzo de 2009, en el marco del Día de la Mujer, se llevó a escena la obra de teatro Prudencia Ayala en tiempos de brujería y en el 2017 la productora comunitaria de cine San Jacinto realizó el cortometraje Prudencia.
Yo también hago mi humilde aporte para que la memoria de Prudencia Ayala siga activa. Para que mujeres valientes como ella no queden en el olvido. Para que la gente recuerde que el coraje femenino se mantendrá y que nadie tiene derecho a borrarnos de la historia.