Pasión por la enseñanza, amor por la niñez

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Patricia Taylor dice que estar rodeada de niños siempre ha sido de su agrado. Su deseo por trabajar con ellos empezó cuando nació su sobrino, a quien años después se le detectó autismo; por entonces no sabían cómo atenderlo y se propuso encontrar maneras de ayudar, siendo esto algo nuevo para ella.

Estudió en la Universidad de Panamá y en la Universidad de las Américas. Se graduó en 2002 como docente integral. Actualmente labora en la Escuela Mateo Iturralde y lleva 20 años dedicándose a esta área del saber. Es panameña, de 63 años, aunque no los aparente; de piel morena, alta y le gusta bailar, especialmente el merengue dominicano.

Ahora, hay que hablar más sobre su historia. Ella atiende a estudiantes con necesidades educativas especiales, como discapacidad visual, auditiva, intelectual, lento aprendizaje y autismo. Sin duda, es una mujer ejemplar que ayuda a diario a muchos chicos a desarrollarse mejor.

Patricia define su trabajo como gratificante, comprometido, exigente, de bastante responsabilidad, dedicación y, sobre todo, muchísima paciencia, algo esencial porque estos alumnos tienen memoria de corto plazo y es muy necesario repetirles las lecciones de manera constante para que no se les olvide, pero ella lo hace cuantas veces sea necesario. Patsy, como le apodan sus seres queridos, utiliza el método visual, pues esto ayuda a que sus pupilos familiaricen las imágenes con las palabras.

Uno de sus mayores retos fue atender a una niña de tercer grado con síndrome de Down. Tuvo que leer mucho para informarse sobre la metodología que debía usar con el fin de asegurarle un aprendizaje de calidad. A pesar de que este fue un desafío muy grande, no ha sido el único. En la pandemia causada por la COVID-19 enfrentó problemas con la conectividad para la asistencia de sus estudiantes a las clases virtuales, ya que muchos de ellos solo contaban con un celular en su hogar y, como consecuencia, en repetidas ocasiones fue necesario atender a los alumnos por la noche. Ella lo hizo encantada.

“Patricia, ¿cuál ha sido su mejor experiencia?, ¿qué piensan sus estudiantes de usted?”, pregunté. Me contestó que fue muy gratificante el caso de una chica que aprendió a leer en cuarto grado y en secundaria llegó a ser cuadro de honor. Y dice que sus alumnos opinan que es una profesora maravillosa y que les tiene una gran paciencia.

Como sociedad, es importante reconocer el trabajo de los docentes, especialmente de aquellos que se dedican a la educación especial, ya que su trabajo requiere un poco más de esfuerzo para poder entrenar a sus alumnos y lograr su desarrollo tanto en la sociedad, como en su familia y en su futuro trabajo. Patricia cree que todos podemos contribuir, solo debemos respetarnos mutuamente.