Aventura en El Valle de Antón
Era sábado y estaba listo junto mi padre, mi madre y mi hermano, para ir de viaje hacia El Valle de Antón, un verdadero destino exótico, pues se ubica en el cráter de un volcán extinto, rodeado de montañas y bosques nubosos. Al llegar al pueblo nos recibió su exuberante naturaleza, con coloridas flores y enormes árboles por todas partes.
Lo primero que hicimos fue visitar el mercado, que es el centro de la actividad comercial. Apreciamos variedad de artesanías, sombreros típicos, ventas de frutas y verduras frescas, al igual que los dulces que son muy buscados. Compramos comida y nos dirigimos con un guía hacia el sendero de «La india dormida». Allí, en lo alto de la cima, pude ver junto a mi familia el hermoso paisaje, donde la vista abarcaba todo el pintoresco pueblo.
Al bajar, caminamos hacia el increíble «Zoológico El Níspero», famoso pro su exhibición de ranas. De hecho, en la entrada nos recibía la imagen de una peculiar rana dorada estampada en un cartel. Un guía nos confirmó que es una especie en peligro de extinción, entre otros datos curiosos. Al entrar al jardín botánico quedé asombrada de ver tantas flores y animales en cada rincón… desde capuchinos y monos araña, ocelotes, tucanes, jaguares, guacamayos, perezosos, entre otros.
A mi madre siempre le ha gustado la naturaleza, sobre todo las plantas, y a mi padre le encantan los animales, así que el sitio era ideal para ambos gustos. Habían unas bancas debajo de un árbol, donde nos sentamos a descansar un rato mientras nos refrescaba la fresca y fría brisa. Seguimos explorando hasta llegar al final del sendero. Es un recorrido extenuante, pues el sitio tiene unas siete hectáreas.
Luego mi padre nos llevó a visitar un serpentario, fue fascinante ver tantas misteriosas y largas serpientes de distintos colores; pero mi madre estaba un poco asustada porque no le agradan esos reptiles. Mi papá se sentía increíble al ver a tantas especies distintas, entre ellas una muy grande en una jaula: era amarilla con manchas blancas y ojos negros. El guía mencionó que se trataba de la culebra más grande del lugar y se le conocía como Titanoboa, nombre que llamó mucho nuestra atención.
Luego fuimos al centro de El Valle y disfrutamos de la rica comida que habíamos comprado en el mercado más temprano. Me sentí muy bien por haber viajado hasta allí, pasar un día rodeada de naturaleza y, sobre todo, por compartido gratos momentos junto a mi familia, que es lo más importante para mí.