Ella sonrió y guardó la carta de nuevo. ¡Hola! Me llamo Marilyn, y te contaré un poco de esta bitácora acerca de mis días en Aguadulce. La escribí en un cuaderno que me encontré en la calle, que tenía cartas, números y cosas raras. Borré todo eso y ahora es mío. La idea de este viaje a la ciudad de Aguadulce fue de mi mamá, pero eso te lo contaré después. ¡Espero que te guste!
Te explicaré por qué me enviaron a Aguadulce, más específicamente a Pocrí, que es un lugar de clima caluroso, con calles deterioradas. Lo digo porque una vez manejé bicicleta allí y me caí debido a esta condición. Su gente es bulliciosa y sociable; algo que destacar de esta región son sus festividades familiares e institucionales que celebran por lo general en la localidad de Natá de los Caballeros, que queda de 30 a 45 minutos de Pocrí.
En las vacaciones de 2002 mi mamá me dijo: “Quiero un verano sin preocupaciones, sin pensar que te meterás en problemas”. Mi vida en la ciudad capital era maravillosa, tenía buena suerte, muchos amigos y estaba feliz…pero desde que llegué a este lugar me siento vacía, y solo he hecho un amigo, Louis, que es el hijo del mejor amigo de mi tío. Es un chico callado, no se expresa mucho, pero es muy considerado; es alto y un poco insensible, pero igual es mi amigo, lo bueno es que también es de la ciudad.
Ahora sé que pensarás: ¿cómo es posible que alguien esté tan enojado de salir unos 10 días de su ciudad? Tal vez no me he explicado bien. Yo llegué el 15 de enero, dos días después del cumpleaños de Louis y no pude estar en su festejo, y ahora se ha convertido en mi mejor amigo.
Esto es lo mejor de mi viaje, Louis, pues todos me miran como si fuera una decepción, piensan que llegué aquí por castigo y eso se siente terrible, no puedo estar en ningún lugar sin que me miren así, excepto el parque. Ahí voy con Louis todas las tardes, utilizamos una radio para comunicarnos, ya que el único teléfono que ha salido en Panamá es demasiado caro.
Pasado los 10 días de ese verano, partí. Estoy en la parada de Aguadulce, esperando el bus número #7, sentada y con mis audífonos, escribiendo una bitácora.
Estaba en la parada escuchando música y escribiendo en este diario, cuando escuche una voz a lo lejos. ¡Era Louis! Él gritó a la distancia…
— ¡Mar! ¡Espera!
— ¿Louis, qué haces aquí?, deberías estar paseando a tu perro, no aquí en la parada.
— Lo sé, Mar, pero, no podía irme sin darte esto.
Louis me dio una carta sellada y con ligero aroma a rosas.
Sonó el llamado para abordar el bus #7. Sentí que mi corazón se iba, y de repente Louis me abrazó con tristeza y se fue. Yo me dirigí al bus.
No aguantaba las ganas de ver qué decía la carta, así que la abrí. Decía:
“Te extrañaré, pero nos veremos el próximo verano”.