En mi corta vida no había conocido a una persona tan amable, dulce, perseverante y devota a Dios como Vielka Chiari Rivera. Hija, madre, esposa, profesora, contadora, profesional exitosa, mujer de fe y muchas virtudes más la caracterizan a sus 73 años.
Nació en 1949, de padre católico y de madre metodista. De niña soñó con ser modista; sin embargo, la idea de sus padres fue muy distinta y estudió Perito Comercial con Énfasis en Contabilidad. Fue difícil, pero se hizo merecedora de una beca.
Sus progenitores la enviaron a un colegio mixto y bilingüe a los doce años, lo que le costó mucho. Recuerda que uno de los profesores del colegio les repetía una frase que particularmente a Vielka no le gustaba: “Solo sirven para freír patatas, no vale la pena malgastar los recursos de sus padres”. Siempre sintió que a ella le resonaba más esta expresión en la cabeza, quizás porque aún no se imaginaba que su futuro sería bendecido.
Luego, a Vielka se le manifestó una enfermedad que le agotaba mucho y que preocupó a todos: hemofilia. Por si fuera poco, sus padres se divorciaron y su madre se volvió a casar; afortunadamente, su padrastro la ayudó mucho con su problema de salud y con los deberes escolares. Esto fue un respiro para llevar tantas cosas a la vez, luchando siempre, con el pensamiento positivo y una gran sonrisa.
Vielka culminó la secundaria con honores y el día de su graduación dirigió su primer poema a sus compañeros; de hecho, en la actualidad es una gran poetisa y suele recitarle a sus alumnos en clases.
A principios de su carrera universitaria y laboral Vielka sufrió un accidente automovilístico que la obligó a retirarse del trabajo. Estaba comprometida, se casó a los veintiún años y junto a su esposo se radicó en Alemania.
En aquel país obtuvo un trabajo y nació su primera hija. Además, sin darse cuenta desarrolló la vocación de enseñar español cuando escuchó a niños puertorriqueños y mexicanos entremezclar las palabras del idioma con las del inglés, y pensó: “Esto no puede ser, o es español o es inglés”. Así hizo sus pinitos como educadora.
Tras dos años y tres meses de vivir en Alemania, Vielka volvió a Panamá, con la sombra de un fracaso matrimonial, una hija pequeña y embarazada de otra. Pero ni eso la dejó caer, ella sabía que servía para algo más que freír patatas.
Pese a su enfermedad terminal, la mujer ha ganado premios de excelencia nacionales e internacionales, dejando a Panamá muy en alto. Ha dedicado gran parte de su trabajo para mujeres, niños y adultos mayores en la Iglesia Metodista de Panamá y ha publicado artículos de su profesión y de poemas; también ha escrito obras de sus experiencias y de la fe cristiana, entre ellos el libro electrónico Abrazos de fe en el cual enseña el respeto a la convivencia. Nunca ha dejado de luchar, de servir a los demás y de sonreír, por esto y más la considero una dama destacada del país.
Hace poco tiempo a Vielka le diagnosticaron esclerosis sistémica, no obstante, ella sigue sonriendo y dice: “No estén tristes, más bien alegrémonos que estoy aún con vida y que me dan su energía y alegría”… Para mí es una mujer digna de admirar y ejemplo a seguir de cualquier joven.
Su fe en Dios, su servicio a niños, jóvenes y adultos mayores, sus enseñanzas de Contabilidad, sus poemas, sus reconocimientos que con mucha humildad y satisfacción nos enseñó y hasta los cantos cristianos que nos llenaron de fe aquel día cuando la conocí en nuestra escuela Wisdom Academy, así como su continua vocación por enseñar permiten que Vielka siga sonriendo y diciendo “sí se puede”.
Queridos lectores, la historia que acaban de leer la escuché de una mujer admirable, cuyas palabras podemos seguir recordando en un futuro: “A pesar de todos los tiempos difíciles, siempre hay que estar positivos y nunca rendirse”.