Pandemia, una paradójica oportunidad para el ambiente
Todo comenzó en el año 2019. Desde esa fecha hasta hoy ¡cómo ha llovido! La pandemia del coronavirus se desató en diciembre de ese año, y ha sido una de las más devastadoras de este siglo; al extremo de que ha provocado millones de muertes de personas de todas las edades, en todo el mundo. Recuerdo cómo al inicio se tomaron medidas drásticas, que inclusive conllevaron a la contaminación del medio ambiente y que con el tiempo se fueron flexibilizando.
Una de las medidas establecidas por las autoridades de los distintos países para prevenir los contagios y que aún se mantiene es la desinfección frecuente de las manos. La protección mediante el uso de la mascarilla fue otra regla impuesta, la cual provocó el incremento de los desechos hospitalarios. Esto se convirtió en una problemática, pues en muchos lugares, los tapabocas e insumos son descartados sin respeto al planeta, y van a dar a las playas y otros ecosistemas.
Los efectos económicos y sociales de la pandemia de covid-19 y las medidas asociadas para hacerle frente, están derivando en consecuencias negativas a largo plazo. La contaminación del planeta Tierra se intensifica y aunque hay algunas sustancias que se han prohibido, la producción, el uso y el desecho de productos químicos peligrosos, en general, siguen aumentando cada día más.
Paradójicamente, no todo ha sido negativo con la pandemia. Los ambientalistas y grandes organizaciones mundiales registraron un descenso significativo de la contaminación, mostrándose que el confinamiento y la falta de intervención del hombre, además de la paralización de las actividades de un sinnúmero de industrias, ha permitido reducir la emisión de gases contaminantes, lo que se traduce en la recuperación de los colores de los bosques. De hecho, a muchos lagos y lagunas en sitios icónicos como Venecia, han regresado los cisnes y se ha reportado también mayor transparencia de las aguas, así como un mayor avistamiento de peces y delfines.
En el caso de Panamá, se notó los mares limpios, verdes o azules, los animales se paseaban por la ciudad, se les escuchaba cantar a los pájaros, los perezosos no tenían temor de salir a las calles, ya que no existía mucho flujo de autos; fue muy satisfactorio mirar la felicidad de todos los animales en plena pandemia.
El aire se respiraba puro, yo salía a la terraza de mi casa y no sentía ese olor a humo o quema, al contrario, se respiraba el olor de las hojas verdes de los árboles, la brisa que soplaba era más fresca; mi familia y yo disfrutábamos compartir en la terraza, respirando ese aire puro, sin contaminantes.
Jamás la humanidad había experimentado cambios a esa escala, con millones de personas confinadas en sus casas, lejos de su trabajo, estudios y espacio de vida; no obstante, la pandemia resultó ser una gran experiencia que nos ha servido para darnos cuenta de que tenemos que seguir cuidando a la naturaleza.