La luchadora se veía en el espejo, tenía el rostro empapado y le caían gotas de sudor y agua sobre el pecho. Jadeaba mientras colocaba su mano derecha con los nudillos enrojecidos sobre su herida.
Pensó en que deseaba tener la medalla y en la reacción de orgullo de su padre. Respiró hondo, caminó por los pasillos, por primera vez en años sentía escalofríos. Gheeta Phogat tenía veintidós años cuando llegó a as Olimpiadas de Mancomunidad de 2010, donde enfrentaría a la australiana Emily Bensted. Ya en el ring, cayó en cuenta de todo lo que significaba: estaba allí por su país, por su padre, por su familia. Y cuando ganó se convirtió en historia: nadie más había llegado a ese punto. Ella es la primera mujer india en conseguir una medalla de oro en lucha libre.
Gheeta nació en un pueblo humilde y pequeño en la India. Vino al mundo el 15 de diciembre de 1988. En su comunidad todas las niñas estaban destinadas a ser solo la triste esposa de un hombre anciano; pero su padre Mahavir no quería eso para ella. Él, un antiguo luchador con medallas, se ilusionó con tener un hijo varón con quien compartir su pasión. Pero pese a que intentó de todo, el destino nunca lo oyó: tuvo tres niñas. De todas, Gheeta se parecía mucho a él: cabello negro y ondulado, piel morena ligeramente bronceada, pómulos sobresalientes y con forma de V.
El señor Mahavir se resignó cuando entendió que con sus hijas bastaba. Pero una pelea entre chiquillos lo cambió todo. Siendo niñas, Gheeta y su hermana Babita se enfrentaron a su primo después de la escuela. Él las llamó débiles y ellas le mostraron que no lo eran. Su mamá se quejó de que las hermanas Phogat eran unas mal portadas, demasiado fuertes para ser niñas. El señor Mahavir quedó asombrado por lo que habían hecho sus hijas, así que decidió que era hora de enseñarles a luchar, pese a que su esposa se opuso.
A la madrugada siguiente los tres despertaron temprano y se fueron al campo, entre los maizales, aun con la queja de las niñas. Era momento de aprender el arte de la lucha libre. Un día, dos o tres rápidamente se convirtieron en semanas, luego en meses y en años. A fuego lento, Gheeta desarrolló su destreza.
Una tarde se encontraba con su papá en una arena de lucha para jóvenes de quince hasta dieciocho años y él le propuso un reto: enfrentarse a un adolescente con mucha más fuerza. La chica quedó perpleja ante ello y su padre le agarró del hombro mientras le recordaba su agilidad, destreza y potencia.
Siempre que tenía a su padre a su lado podía lograr lo mejor. Así fue como, pese a los chismes de su pequeño pueblo, de las burlas de las vecinas por su cabello corto y su musculatura, obtuvo el éxito: los periódicos pusieron su nombre en la portada, la acompañaron de una foto en plena victoria, tras vencer a Emily Bensted, con el titular “La primera mujer en ganar medalla de oro”. Era Gheeta. Ella abrió las puertas a otras deportistas que batallan contra la cultura de machismo en India.
La historia de Gheeta Phogat nos deja la enseñanza de que, a pesar de las opiniones de los demás, debemos seguir nuestras aspiraciones, guiados por quienes nos aman y apoyan.