Memorias de una vida de engaños
¿Ira, dolor o tristeza? ¿Qué sentí en mi infancia? no podría describirlo.
Desde mi niñez experimente una vida pobre de afecto, nunca tuve un amor paternal porque mis hermanos siempre eran los preferidos.
Nunca conocí un colegio, porque desde temprana edad me dediqué a vender tortillas y a los meses mis propios padres me echaban de la casa constantemente.
Así era mi niñez hasta mis 10 años, mendigaba comida en las casas de los vecinos y mis hermanos se daban una vida mejor, fueron enviados a estudiar fuera del país.
Recibí maltrato físico y verbal hasta que llegué al límite de querer acabar con mi vida, afortunadamente cada intento era fallido, ya que alguien me llegaba a socorrer.
Así fue hasta mis 15 años cuando las personas me internaron en un orfanato y por mi comportamiento indebido, llegué a un psiquiátrico ubicado en la ciudad de Juigalpa.
Tardé dos años en ese lugar para lograr salir con tratamientos, sin saber el paradero de mis padres. Me vi dispuesta a pedir ayuda en las paradas de autobuses, donde conocí a una mujer llamada Alejandra que me ofreció trabajo de mesera en un bar del mercado de la ciudad norteña de Juigalpa.
Trabajé cinco años como mesera y me trasladé a Managua donde alquilé y empecé a buscar empleo en la capital, lo que al principio me pareció algo costoso hasta que conocí un club nocturno que me contrató como bailarina exótica.
tuve cinco meses de preparación en las coreografías para presentarme al público y así ir mejorando económicamente y no volver a ser como un árbol de otoño donde caían sus hojas sin esperanza alguna.
Hasta llegue a ser subastada con otros clubs, donde era el tesoro perdido en aquel mar turbulento, fui vendida a otro bar que tenía una mecánica compleja, ya que nuestros servicios eran contratados por personas de toda América, mediante una página web.
Tardé dos meses para ser enviada a mi primer viaje, fui a México con un grupo de chicas, en esta ocasión era una despedida de solteros donde los nervios y la ansiedad me devoraban por completo, aun así dejé a los clientes satisfechos.
Así fue mi vida desde los 23 hasta los 35 años, conociendo países como: Argentina, Colombia, y El salvador creía llevar una vida lujosa de placeres y disfrutes. A mis 42 años, en uno de mis viajes en Brasil una mujer llamada Escarlet me contactó para un nuevo trabajo como jefa de coreografía de desfiles brasileños, al instante por miedo de fracasar no acepté.
Luego de reflexionarlo acepté la oferta tres meses después, hoy en día conservo ese trabajo en Brasil, donde conocí a mi alma gemela, con quien me casé meses después y tuve 2 hijos, también financio centros de rehabilitación, para que otras mujeres no sufran el calvario que llevé en una vida de engaño y dolor.